sábado, 28 de junio de 2014

A propósito de Tchaikovski y Wagner II: La premiere del "Anillo del Nibelungo".

Tras haber hablado de la construcción del Festpielhaus paso a la parte más jugosa: su inauguración.  El 13 de agosto de 1876 comenzaba el festival en donde se estrenó la colosal Tetralogía wagneriana. Allí acudieron artistas y amantes del arte de muchos países: Alemania, Francia, Suiza, Dinamarca, Bélgica, Inglaterra, España y Rusia. Entre ellos no podía faltar Wagner, que estaba de muy mal humor esos días; su protector el rey Luis II de Baviera, a quién no veía en ocho años; el joven Nietzsche; el resplandeciente Liszt y otros personajes como Matilde Wesendonk, Judith Gautier, Eduardo Schuré, el pintor Pecht, Pusinelli...

El Festspielhaus de Wagner en Bayreuth el 13 de agosto de 1876, día de su inauguración / Dibujo en acuarela en el Museo Wagner de Bayreuth.
También acudió una cincuentena de directores de orquesta y la más alta sociedad del momento: reyes, duques, príncipes, el emperador de Rusia y de Brasil. El acontecimiento fue cubierto por una legión de corresponsales de periódicos. Y podemos preguntarnos: en esa aparatosa multitud, ¿qué hacía el huidizo Tchaikovski? En esos momentos en los que la música no le daba para vivir- y no fue así hasta que conociera a Nadjeshda von Meck o más bien ella reparase en él- tuvo varios trabajos, como el de corresponsal oficial de Noticias Moscovitas, que le llevó a Bayreuth. 

En él dejó escritas, a pesar de que su espíritu estaba muy lejos, interesantes descripciones como la siguiente: <<La ciudad tenía un aspecto insólitamente animado. Connacionales y forasteros, llegados de los cuatro puntos cardinales, corrían a la estación para presenciar la llegada del emperador Guillermo. Pude observarlo desde la ventana de una casa vacía. Una pareja de uniforme resplandeciente a la cabeza, luego una procesión de música del Teatro wagneriano con su director Hans Richter, más tarde la figura alta y sutil y la bella cabeza encanecida del abad Liszt, que tanto me había impresionado en los retratos dispersos por todo el mundo; y por último, una elegante carroza, un hombrecillo de nariz acusadamente aquilina y de labios delgados e irónicos, que caracterizaban al promotor de todas estas festividades cosmopolitas y artísticas. Richard Wagner...¡qué satisfacción debe de experimentar este hombre, que, al fin, ha triunfado sobre todos los obstáculos y que, con la potencia de su voluntad y de su genio, ha logrado ver realizado su sueño más audaz!>>.

De camino al Festpielhaus, Bayreuth (postal de la época). 

La pequeña ciudad, que había sido pavimentada para la ocasión, no estaba preparada para acoger a tal cantidad de gente. No cabía un alma más en los hoteles y hasta en las casas particulares ofrecían alojamiento. Habían instalado unos grandes restaurantes junto al teatro pero no eran suficientes y la comida se convirtió en el tema de conversación favorito. Dice Tchaikovski: << (...) más se oía hablar de costados y patatas fritas que de los "leitmotivs" de Wagner...>>.

El ritual de esos días consistía en una peregrinación hacia el teatro a las tres de la tarde. Las representaciones de La Walkiria, Sigfrido y El crepúsculo de los Dioses, precedidas por una charanga,  empezaban a las cuatro y duraban nada más y nada menos que hasta las diez de la noche. <<Las lámparas de gas se apagaron de improviso, todo el teatro cayó en la oscuridad más profunda y de la orquesta, invisible, se elevaron las bellas sonoridades del preludio. El telón se levantó y comenzó la representación...>>.

La Valkiria (El anillo del Nibelungo), Wagner.

La acogida de las representaciones fue progresivamente más cálida hasta el triunfo, el último día, de El crepúsculo de los Dioses. Tchaikovski, que calificaba a Wagner como <<el más famoso de los compositores vivos>>, no conectó sin embargo con la Tetralogía, que le había dejado física y espiritualmente exhausto. La razón de esto podía ser debido a las acusadas diferencias de raza, temperamento y mentalidad entre ambos compositores. Necesitaba escucharla más veces para poder valorar una obra de tales dimensiones, por lo que sólo pudo decir al respecto que sus intérpretes eran excepcionales  y que había quedado impresionado ante <<las innumerables y variadas bellezas, sobre todo de carácter sinfónico>>. De este arduo viaje se llevó dos ideas claras: la grandeza de la concepción de esta magna obra, innegable incluso para los sordos, y el talento y la técnica sobresalientes del <<compositor poeta>>.


-TIBALDI CHIESA, María, Tchaikovski. Lauro, Barcelona, 1962, pp. 73-76.
- Otros post de compositores: Chopin, Mahler.

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