domingo, 8 de junio de 2014

Tolstoi & la música.

Como ya comenté en el anterior post, fueron las opiniones negativas acerca de algunos de los grandes compositores, lo que separó definitivamente a Tchaikovski de Tolstoi. Pero, a pesar de lo que pueda parecer, este era un gran amante de la música. A través de sus novelas deja entrever no solo su inclinación hacia Beethoven, cuyas melodías suenan como bordón de fondo en La felicidad conyugal, una pequeña novelita no muy conocida, y otras como su famosa Guerra y Paz, sino que a través de ciertos personajes revela cómo era su percepción de la música (1).


Cuenta un cuñado suyo que muchas veces tocaba el piano antes de escribir en busca de inspiración. Y añade: <<He observado que las sensaciones provocadas en él por la música eran acompañadas por una ligera palidez del rostro y de una mueca imperceptible que, al parecer, expresaba espanto.>> Y es que Tolstoi, paradógicamente, sentía hacia ella a la vez, amor y aversión. Una aversión que crecía con el correr de los años, suscitada por el miedo ante un lenguaje que él no dominaba pero que sin embargo, le dominaba. Él, el escritor realista, cuya vida guiaba la razón y la objetividad, un ser apolíneo por naturaleza, sentía pavor ante la irracionalidad de la dionisíaca Musa (2).

Para Tolstoi había dos vertientes claramente diferenciadas en la música: la Mozart- Haydniana, que era apta para sus oídos, y la Beethoven- Schumann- Chopin- Berliozana. A pesar del amor que siempre había prodigado a << el sordo Beethoven>>, le reprochaba su potencia. <<Esa música me transportaba inmediatamente al estado de ánimo en que se hallaba el que la ha escrito>>...que sabemos de buena tinta cómo era. En una ocasión, al acabar la Balada nº 4 de Chopin, exclamó: <<Qué animal!>> y se marchó enfadado y con lágrimas en los ojos. También Goethe, al acabar de escuchar la Sinfonía en Do menor de Beethoven, reaccionó con odio porque le sometía su voluntad (!).


La hipersensibilidad de estos escritores no puede explicarse sino por su riqueza interior. Por eso, aunque pudieran ser injustas sus críticas, tal vez entendieran mejor su música que sus contemporáneos, que aplaudían en las salas de conciertos siguiendo, como marionetas, lo que parecía ser el gusto general con el fin de pertenecer a la élite. Élite que se convertiría nuevamente en masa.

Tolstoi es tan consciente de la capacidad que tiene la música de mover la voluntad (no siempre para bien) que así se expresa: <<La música debería ser una cosa del Estado, como en China. Y no se debería admitir que cualquier allegado dispusiese de un poder tan espantable de hipnotismo>> (refiriéndose a Beethoven). Esto me recuerda a Platón, quien decía que si se controla la música de una sociedad no le importaba quién la gobernara. De hecho, era la base de la formación de los ciudadanos griegos (3).


(1) ROLLAND, Romain, Vida de Tolstoi. Acantilado, Madrid, 2010.
(2) Como entendían los escritores de la Antigüedad griega: diosa inspiradora de la Música.
(3) Es curioso, pero esto mismo se ha implantado en la constitución suiza en el 2013 volviendo al ideal griego.

4 comentarios:

  1. ¡Hola! Me gusta la historia. La conocía de antemano, pero me encantaría saber dónde encuentro la fuente de la anécdota de Tolstoi, pues trabajo en algo relacionado con el tema. Soy pianista y me gusta muchísimo la escritura, es decir la literatura. ¡Saludos! Mi correo es diegocastllo@hotmail.com. ¡Muchas gracias!

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  2. Hola, Diego! :) me encanta que lo lean músicos, yo también lo soy y amante de la literatura. Pues mira, las únicas fuentes de donde conozco esta historia son de la novela de Tchaikovski que sale en el post anterior y que a su vez remite a esta "Vida de Tolstoi " que aparece como bibliografía al final del post. A ver si te ayuda.

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