lunes, 27 de octubre de 2014

Mahler y Alma: La historia de dos sufrimientos.

Mi deseo de conocer más acerca de Mahler me ha llevado al hallazgo de un testimonio de primera mano inigualable: el de su esposa, Alma Mahler. El libro se titula "Gustav Mahler: recuerdos y cartas" (1). Me dio una gran alegría conocer su existencia, pues ya me había encantado la biografía del grandísimo Bach escrita por su mujer (de la que hablaré más adelante) y no creía que esa suerte pudiera repetirse. La relación entre Alma y Gustav Mahler ha estado teñida de muchos comentarios no muy acertados, tanto en vida como ahora. Creo que no se ha comprendido suficientemente bien lo que supuso su unión, en la que no todo era de color de rosa pero tampoco negro como el carbón. La gente es muy dada a opinar sin saber o a basarse en fuentes de terceros, con las verdades ya marchitas por el excesivo reciclaje. Por eso aquí hablaré de ello en base a las palabras sinceras de Alma -que escribió con la perspectiva de los años y el apoyo de su diario-, que nos ha humanizado la visión de ese gran Orfeo de Mahler.

Alma Schindler (Viena, 1879- Nueva York, 1964) era hija del pintor Emil Jakob Schindler. Se crió en un ambiente artístico privilegiado y trató con innumerables artistas de la época. Era alumna de composición de Alexander von Zemlimsky y había compuesto algunas canciones muy buenas. El 9 de noviembre de 1901, con 22 años, fue invitada a una cena en casa de sus amigos los Zuckerland en la que estaban invitados Mahler, el pintor G. Klimt y Max Burckhard- director del Burgtheater y poeta-. A ella le intimidaba la presencia de Mahler, de quien se habían corrido falsos escándalos por su condición de judío. Pero finalmente acudió por sus amigos Klimt y Burckhard. Mahler era el director de la Filarmónica de Viena- más tarde lo sería de la Ópera-. Tenía un enorme prestigio como tal y su persona ejercía gran fascinación. Alma, cuya belleza e inteligencia era sobradamente apreciada por todos, tomó como escudo una actitud indolente hacia él. Pero Mahler  no dejó de observarla en toda la noche y pronto, atraídos el uno por el otro, comenzaron a discutir sobre música. "Hacía largo rato que nos habíamos apartado del resto, o ellos nos habían dejado solos. Había alrededor nuestro ese círculo mágico que pronto encierra a quienes se han encontrado mutuamente." Al día siguiente le había invitado a un ensayo de la Filarmónica junto con otras damas que se unieron. Él le quitó el abrigo a Alma y omitió hacerlo con el resto. Mahler ya estaba enamoradísimo: "- Frau Schindler, ¿cómo durmió usted?
- Perfectamente. ¿Por qué?
- Yo no pegué ojo en toda la noche."


A la mañana siguiente le había enviado unos versos suyos de manera anónima y ella supo que eran de él. Todavía era joven e ingenua, se llevaban 19 años. "Su grandeza interior, me era casi desconocida en ese momento. Sin embargo, me inquietaba una sensación de temor reverente ante su extraordinario genio que amenazaba con alterar mi serenidad." En las siguientes semanas se  encontraron en la ópera donde conoció a la madre de Alma, que le reverenció hasta el final de sus días. "Nos separamos muy alegres, con la sensación de que algo grande y hermoso había sobrevenido en nuestras vidas." Al poco, Mahler le habló de casarse. Él estaba decidido, aunque ella a penas dijo palabra en esa fugaz conversación. "Después de haberle dejado que me besara sin desearlo realmente y que apresurara la boda sin siquiera haberlo pensado, me di cuenta de que tenía razón en ambas cosas y que ya no podría vivir sin él. Sentí que sólo él podría dar sentido a mi vida y que estaba, con mucho, por encima de todo hombre que yo hubiese conocido." Los amigos de Alma no aprobaban esa unión, entre otras cosas por ser judío, pero también porque vaticinaban que le haría sombra... y así fue. 

Mahler tenía que viajar constantemente con la Filarmónica y en esos viajes, que se le hacían penosos por la lejanía de Alma, le escribía constantemente. En una de esas ocasiones, ella tenía que terminar una composición muy importante para ella y le escribió diciendo que no podría escribirle más ese día. Él se enfadó muchísimo y le prohibió por carta que compusiera, aunque en seguida rebajó sus exigencias en la siguiente carta. Ella lloró amargamente pero finalmente aceptó. "Enterré mis sueños, y quizá fue mejor así. Ha sido mi privilegio dar a mis dotes creadoras otra vida en espíritus mayores que el mío. Pero sentí mi alma transida y la herida nunca se curó." En muchas ocasiones hace referencia al sacrificio que ella hacía de su vida para Mahler, del que él no se daba cuenta, aunque ella estaba orgullosa de poder servir para su obra y permitirle componer. Vivían en habitaciones separadas, ella se encargaba de que no hubiera ningún ruido mientras él componía y le pasaba las partituras orquestales a piano. Desde luego es impagable ese sacrificio callado, esa abnegación total de su persona por el arte de su marido, a quien amaba.

El 9 de marzo de 1902 se casaron con Alma embarazada. Desde entonces ella notó un giro en la actitud de él, que le trataba como un profesor estricto. Intentaba imponerle su visión negativa de todas las cosas que él consideraba supérfluas: vestidos, vanidad, viajes... Entendió más tarde que Mahler tenía celos de su juventud y belleza y quería asegurársela para él. Por su parte, Alma estaba celosa de su pasado. Parece ser que Alma más que nada comenzó admirándole como compositor. Más tarde le amó, si cabe decirlo, también por su persona. Pero una vez le dijo a Mahler que lo que amaba de un hombre eran sus realizaciones... Alma sentía al principio una gran inseguridad e inferioridad que podría haber curado con su música y lo llevaba como una carga. Mahler la amaba, pero con su trabajo le había descuidado, pues trabajaba infatigablemente entre sus composiciones y el trabajo en la Ópera de Viena.

En cuanto a Mahler, no podía ser de otra manera. Su aparente egoísmo no era tal, pues no le importaba él sino su obra. Su forma de ser era difícil, pero fruto de su genialidad no fingida. Tenía un carácter muy fuerte, violento e intransigente aunque también muy dulce. Su ingenuidad y despreocupación total por el mundo llegaron a ser muy embarazosas para Alma, aunque también podía resultar cómico. Tenía muchas extravagancias que llevaron a muchas cenas incómodas, como una en la que una cantante invitada quería interpretarle una pieza y Mahler, al poco de empezar, se marchó furioso. También solía levantarse varias veces en las cenas en casa de desconocidos porque se aburría. Se sentían mucho mejor en familia y con los amigos cercanos. 

Un suceso que les marcó profundamente fue la muerte de su hija mayor en 1907. En esa ocasión, el doctor prescribió reposo a Alma porque estaba fatigada y Mahler, a modo de guasa, le dijo que le mirara a él también. La respuesta fue un mazazo: le dijo que su corazón no estaba nada bien. Su dolor les separó por esa temporada, fue el principio del fin y Mahler estuvo ensombrecido aún más por esta noticia. Su amor vio renacerse sin embargo, en algunas ocasiones que Mahler despertaba del letargo y tenía detalles enternecedores con Alma. Pasaron juntos un bache en 1910. Alma había estado recuperándose de su fatiga en un sanatorio, donde conoció a Walter Gropius, que le cayó muy simpático. Sus halagos le complacieron porque reavivaron la confianza en sí misma, pero se marchó porque "no deseaba en modo alguno cambiar mi vieja vida por una nueva". Al poco él le escribió una carta de declaración de amor que estaba dirigida a Mahler (no se sabe si por error o como petición de mano). Se sinceraron por primera vez y recurrieron a la madre de Alma para que les ayudara. Esos días sólo paseaban y lloraban juntos. "Después de poner al desnudo las causas de nuestro alejamiento con la mayor honestidad, me sentí más segura que nunca de que no podría abandonarle. Cuando se lo dije, su rostro se transfiguró. Su amor se convirtió en éxtasis. No podía separarse de mí ni por un segundo." Sin embargo, ella se dio cuenta de que su matrimonio no era un matrimonio de verdad... Alguien le había dicho una vez: "te has casado con un hombre que no es un hombre, es una abstracción." El pobre Mahler sintió mucha inseguridad y celos a raíz de este suceso y al poco acudió a Freud, quedándose más tranquilo. Se dio cuenta por primera vez de que "algo se debe a la persona con la que se ha unido la propia vida" y comenzó a interesarse por las antiguas canciones de su esposa. Un día tocándolas al piano y se dio cuenta de que eran muy buenas y de que había sido muy ciego y egoísta, tal como se lo hizo saber a Alma. Quería que se publicaran y le pidió que compusiera nuevamente...

Úlmtima hoja de la 10ª sinfonía. Dice: "Für dich leben! für dich sterben”! que significa: por ti vivo, por ti muero. Al final pone: “Almschi”, el apelativo con que llamaba a Alma. 

Su relación era muy conmovedora. Mahler necesitaba a esta delicada joven y ella a él también. Alma le cuidó durante su enfermedad no separándose apenas de él. No podía soportar su vida sin él y soñaban con vivir una vida tranquila después de que se recuperase. Ella le dijo "- Cuando estés bien nuevamente, ya habré tenido bastante de sufrimientos. ¿Recuerdas que cuando me conociste pensaste que yo era demasiado feliz? Ya he sufrido bastante. No necesito más castigo. Viviremos una vida despreocupada y feliz.- Sonrió tiernamente y me acarició los cabellos. - Sí, tienes razón. Si Dios quiere que yo mejore, aún podemos ser felices." Cuenta Alma que la belleza de Mahler en sus últimos días era asombrosa y que ella le decía: "Hoy, eres Alejandro el Grande". "En los últimos días exclamó <<¡Mi Almschi!>> cientos de veces, con una voz, un tono, que nunca había oído antes y nunca he vuelto a oír desde entonces. Y al escribir ahora estas palabras, no puedo refrenar mis lágrimas." Él estuvo con una grandeza de ánimo conmovedoras, tenía paz cuando nunca la había encontrado en toda su vida. Lo último que dijo, con ojos asombrados y sonriente, fue "¡Mozart!" dos veces. Y pensar que se encontró con él y con todos los compositores que admiraba...¡es sobrecogedor!


Notas
(1) MAHLER, Alma, Gustav Mahler: recuerdos y cartas. Taurus, Madrid, 1986.

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sábado, 18 de octubre de 2014

Mis aforismos II: Senderos de vida.


Cuando uno se lanza a comenzar un proyecto, por pequeño que sea, tiene que romper una barrera inicial, la de la comodidad. Al principio todo es caótico, pero es necesario levantar esa polvareda para hallar nuestra piedra filosofal, resultado de nuestro trabajo y nuestra vocación y que es la joya personal que regalamos al mundo.

Cada decisión te ciñe a unos caminos; cada camino, te cierra otros tantos.

El silencio es importante para encontrar el propio camino, ese "hilo conductor" que guía las pequeñas y grandes decisiones. Pero para eso hay que acallar las voces que la sociedad, la razón e, incluso, los seres queridos, nos marcan para dar el toque genuino que nadie más que tú aportará.

Quien es honesto consigo mismo camina siempre hacia adelante, hacia su meta.


La vida nos coloca a veces en lugares inesperados, pero no de forma aleatoria, pues hasta las mayores equivocaciones han llevado a grandes hallazgos. Tal vez no se vea en el momento su sentido, pero hay que tener fe en que, si se acepta el reto, saldrán muchas cosas buenas. 

Hay veces en la vida en que el camino se nubla y la niebla se hace tan densa que parece un muro con el que tropiezas sin cesar. Pero hay que confiar -¿En qué? En tu camino, en tu intuición- y seguir siempre hacia adelante.

Vive, mira al presente y, con el tiempo, aprenderás a distinguir el grano de la paja... verás cómo la paja es arrebatada por el viento y te sonreirás al percatarte de la presencia de esos granos -pilares- esenciales en tu vida, que te han acompañado siempre, incluso sin haberte conocido, que velaban por ti cuando tu alma miraba hacia otro lado y que permanecerán ahí siempre... Y tu alma se sonríe por ese descubrimiento que el tiempo y el viento te han brindado.



domingo, 5 de octubre de 2014

El París de los años 20 bajo la mirada de Hemingway.


En casi todos los libros que me he leído en estos dos últimos meses, París ha sido su ciudad estrella. Tal vez fuera yo, inconscientemente, la que los elegía atraída por esta ciudad, pues es cierto que me fascina. Una ciudad donde se respira el mundo de la bohemia, llena de belleza, de historias de amor...Así podría resumirse su encanto. En ella confluyen, además, muchos artistas y personajes relevantes de la historia. Por poner ejemplos que he tratado aquí: Chopin, George Sand, Balzac, Victor Hugo, Manet y los impresionistas... y ya en el siglo XX, Irène Némirovsky, que deja constancia de sus años parisinos en Los perros y los lobos y Suite francesa.

Perteneciente a esta subcategoría de "libros parisinos" se encuentra el protagonista de hoy: París era una fiesta, de Ernest Hemingway (Illinois, 1899- Idaho, 1961). Su interés no radica en ser una novela de ficción ambientada en esta ciudad, que no es el caso, sino en ser un relato autobiográfico sobre la época de Hemingway en París, engrosando así la lista de celebridades que pasaron por ella. Esto la convierte en una joya en varios aspectos: el literario, por descontado y como fuente riquísima de conocimiento. A través de éste libro conocemos, además de sus experiencias personales, cuestiones acerca del trabajo de un -todavía- joven y pobre -"pero feliz"- escritor y casi lo más interesante: su relación con otros importantes literatos. 

Otro de los grandes atractivos de este libro es la época que retrata: los felices años 20 (1921 a 1926). Hemingway se mudó allí con su recién casada esposa, Hadley Richardson y trabajaba como corresponsal extranjero. Allí conoce a la flor y nata de los escritores expatriados del momento. Él era joven todavía y su estilo aún estaba configurándose, por lo que su relación con ellos influiría decisivamente en su vida y en su obra. Gertrude Stein durante una conversación con Hemingway recogida en el libro, bautizó a su generación de escritores norteamericanos, "la generación perdida". A ella pertenecían los escritores que habían participado en la Gran Guerra y vivieron en París u otras ciudades europeas desde entonces hasta el Crack del 29. Estos eran: John Dos Passos, Ezra Pound, John Steinbeck, Scott Fitzgerald, Hemingway, William Faulkner...

El libro es muy ameno. Tiene un estilo depuradísimo, minimalista a la par que elocuente, dejando que el lector se imagine lo que no se dice. Está compuesto por capítulos independientes a modo de relatos. En cuanto a su relación con otros escritores, trata a Evan Shipman, a James Joyce- a penas intercambian dos frases en el libro-, a Ernest Walsh...Habla de su amistad con el poeta Ezra Pound, al que consideraba como un santo porque ayudaba a todo artista que estuvieran en apuros económicos haciendo colectas o montando una a asociación benéfica si hacía falta. Dos de las grandes amistades que más ocupan en París era una fiesta son las de Gertrude Stein y Scott Fitzgerald.


Gertrude Stein (1874-1946), a quien yo conocía sobre todo por ser modelo de Picasso y mecenas de varios pintores importantes, tuvo mucha importancia en el ambiente artístico y literario de París de los años 20. Hemingway acudía a su salón repleto de cuadros a charlar con ella sobre sus obras o sobre otros escritores. Era una persona singularísima, con una fuerte personalidad y sentencias demoledoras, por lo que Hemingway escribió que a veces decía "la mar de disparates". "En los tres o cuatro años en que fuimos buenos amigos no logro recordar que Gertrude Stein hablara bien de ningún escritor a no ser que hubiera escrito algo en beneficio de su carrera (...)." (1)

Retratos de Gertrude Stein, de izquierda a derecha: FranciscoPicasso, 1906; Francis Picabia, 1906; Francisco Riba-Rovira, 1945.


Conoció a Scott (1896-1940) cuando acababa de publicar El gran Gatsby e iba a ser adaptada al cine. Fue uno de sus mejores amigos, aunque pasó por años duros en los que estaba bebido noche y día por culpa de su relación imposible con su mujer Zelda. Ella estaba celosa de su trabajo y le arrastraba a los bares, por lo que tenía un grave obstáculo para seguir una disciplina. "La cosa se prolongó durante años, pero durante años también, no tuve ningún amigo tan leal como Scott cuando no estaba borracho." Después se descubrió que padecía de locura, se separaron y volvió la calma. (2)

Con Ford Madox Ford hay un capítulo muy simpático en el que se encuentran en una cafetería donde Hemingway solía escribir, La Closerie des Lilas. Le retrata como un escritor mayor pintoresco y algo chiflado de forma cómica. Ford estaba convencido de haber negado el saludo a un escritor que pasaba por ahí y se jactaba de ello:
"- Explíqueme qué razones hay para retirarle el saludo a alguien- pedí-. (...)
- Un caballero- explicó Ford- le negará siempre el saludo a un rufián. (...)
- ¿Se lo negará a un villano?- pregunté-.
- Es inconcebible que un caballero tenga relación con un villano." (3)

Gauguin, Montagne Sainte- Victoire, 1904-6.

Por último, es muy interesante las revelaciones que hace sobre su joven aprendizaje de escritor. De la pintura de Cezanne aprendió a encerrar todas las dimensiones de la realidad. Cuando no sabía cómo arrancar a escribir se decía: "No te preocupes. Hasta ahora has escrito y seguirás escribiendo. Lo único que tienes que hacer es escribir una frase verídica. Escribe una frase tan verídica como sepas." (4) Su estilo lo define al explicar que sus dificultades para escribir una novela se debían a que "había aspirado a meter en un solo párrafo el destilado de todo lo que sale en una novela." Por último, así describe uno de sus hábitos de escritor: "Por entonces ya me había adiestrado a no secar nunca el pozo de lo que escribo, y a pararme siempre cuando todavía queda algo en lo hondo del pozo, y a dejar que por la noche lo volvieran a llenar las fuentes de que se nutre." (5)

El libro fue escrito tras haber vuelto con su cuarta esposa al Hotel Ritz de París en 1956. "Aquí, repentina e inexplicablemente, el personal del hotel recordó que treinta años antes había dejado en depósito en el hotel dos cajas de documentos; y así Hemingway se encontró revisando durante quince días docenas de libretas escritas a lápiz con los apuntes sobre París que más tarde se convertirían en París era una fiesta." (6) Este libro lo escribió como obra póstuma antes de suicidarse en su casa. De ahí, el carácter melancólico y de ponderación de lo que había sido su vida cuando no se había dejado corromper; "cuando era muy pobre y muy feliz." 


Curiosidad: La película Midnight in Paris de Woody Allen, recrea este ambiente bohemio con los escritores citados. 

Notas
(1) HEMINGWAY, Ernest, París era una fiesta, Editorial Seix Barral, Barcelona, 1979, pág. 34.
(2) Op. cit. pág. 181.
(3) Op. cit. pág. 85.
(4) Op. cit. pág. 20.
(5) Op. cit. pág. 32.
(6) PIVANO Fernanda, Hemingway, Barcelona, Tusquets Editores S.A., pp. 266.
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/torres_carlos/ernest_hemingway.htm#_ftn2