domingo, 12 de julio de 2015

Tarkovski II: La nostalgia del genio ruso.

Ya ha pasado un mes desde la última entrada y las ganas de hacer un nuevo post me reconcomían todo el día. En ese tiempo, he terminado mi primera novela, que me ha absorbido gran parte del tiempo pero también me ha dado muchísima satisfacción y otro relato. Pero hay otro asunto que me frenaba a la hora de escribir el siguiente post y vencer el silencio, que se había convertido ya en un grueso muro. Desde que descubrí la grandísima personalidad del cineasta ruso Andrei Tarkovski, de quien sólo había catado sus polaroids, me quedé con un hambre insaciable de conocer toda su obra y todo lo que se haya publicado sobre él. Y en eso he estado embebida desde entonces, pero siempre encuentro un documental más sobre él y la tarea nunca acaba. 
Concierto de violin n. 1, 1º mov.,  Philip Glass.

Los grandes genios tienen una doble particularidad: por un lado, su obra, inigualable a otras, atrae hacia sí misma con una fuerza centrípeta envolvente y, por otro, obra y genio funcionan como una fuerza centrífuga inspiradora, catapultando hacia nuevos horizontes artísticos o vitales. Eso es lo que pasa cuando alguien se cruza en su vida con artistas -Artistas- de la talla de Tarkovski, que uno quiere beber de su agua, del agua que no termina nunca, del agua que sacia. Y, así, se ha convertido en uno de mis inspiradores por antonomasia y, libros como Acerca de Andrei Tarkovski (1) o Esculpir en el tiempo (2), en libros de cabecera, maná del desierto.
Tarkovski y Sven Nykvist, director de fotografía que fue a su vez mano derecha de Ingmar Bergman y que escogió por ser uno de los directores de cine al que más admiraba. Fotografía del rodaje de Sacrificio en Gotland, Suecia. Al principio hubo tensión entre ellos porque Tarkovski miraba siempre a través de la cámara pero, luego, entendió que era su forma de trabajar, cuidando hasta el mínimo detalle todos los campos de la producción. Le dio tiempo a terminar la postproducción estando ya ingresado en el hospital.

Quería expresar todo esto en un post pero, al leer otros análisis exhaustivos en la red, ese momento lo he ido atrasando lo más posible, con la idea de que si no era totalmente experta y no había leído todo no debería escribir sobre él. Hasta que hace unos días leí este consejo de Tarkovski: <<Escribe sólo lo que tú sentiste, lo que signifiqué para ti. ¡No seas neutral, jamás! Es una lección para ti para el futuro: si quieres conseguir algo en el arte (...), no seas impersonal, no tengas miedo del pronombre Yo>>. (3) Y me lo decía a mí también.

Podría hacer un análisis exhaustivo de sus películas, que dan lugar a diversas interpretaciones, como era su intención, pero sería una labor que daría para una tesis y que, por otra parte, estaría dispuesta a realizar llegado el momento. La vida de Tarkovski (Zavrazhie, Rusia, 4 de abril de 1932- París, 29 de diciembre de 1986) fue la de un hombre comprometido con su amada patria y que vivía para y por el arte. No podía entender que otros directores hicieran películas como modo de evasión; él, por el contrario, no podía disociar su vida de su obra, hasta el punto de que cada una de las siete piezas de su corpus cinematográfico expresa sus preocupaciones filosóficas y morales más íntimas y aspectos biográficos entremezclados con sueños, componiendo una especie de puzzle de su alma, de lo que él llama experiencia lírica o poesía del autor.
Fotograma de Stalker.

Tarkovski revolucionó el cine ruso y el Cine en general con aportaciones que supusieron un salto cualitativo. Luchó por hacer del cine un verdadero arte renovando hasta los cimientos su lenguaje. No hacía películas para entretener sino para conmover y por ello, para captar el sentido trascendente de la realidad, acercada de una manera bellísima al espectador, empleó un tempo lento, muy lento, que ha sido tantas veces la primera criba para los espectadores. Por otro lado, quiso romper con el hilo argumentativo literario que siempre se había seguido y formular las propias leyes de éste arte, sin depender de sus hermanas. Las escenas son trozos de realidad o de sueño, cuyo límite es a veces muy impreciso, como decía Calderón de la Barca. Esto se puede apreciar más claramente en El espejo, junto con Stalker, los poemas visuales más bellos según mi punto de vista. El espejo es su película autobiográfica por antonomasia, una serie de recuerdos sin aparente conexión que se ha convertido en otro icono ruso a la manera de los que pintaba Andrei Rublev
Fotograma de El espejo.

Ingmar Bergman, a quien tanto admiraba y homenajeó notoriamente en su último filme -Sacrificio-, dijo de él: "Cuando la película no es un documento, es sueño; es por eso que Tarkovski es el más grande de todos los cineastas. Se mueve con tanta naturalidad en la habitación de los sueños. No explica. Él es un espectador capaz de poner en escena sus visiones en una forma difícil de manejar (...). Toda mi vida he golpeado a las puertas de las salas en las que él se mueve de manera natural..." Es por ese elemento onírico tan presente que es difícil captar a veces el significado de sus películas. Los sueños dicen cosas distintas según quién los tiene y por eso cada uno entiende cosas distintas. Quería hablar del alma y encontró en ellos un lenguaje sugerente que evoca sin decir, que habla de realidades intangibles con elementos tangibles.

Otro aspecto novedoso es el papel que juegan los actores que, lejos de lucirse como estrellas de Hollywood debían pasar totalmente desapercibidos, sin expresar sus emociones y hablar sin entonación dramática. Esto era algo común con Robert Bresson, otra de sus referencias. Tarkovski quería que fuera su interior lo que hablara por ellos. Quería presentar, ante todo, la realidad y su visión de forma naturalista, sin ninguna simbología, pero que cada elemento rezumara su espiritualidad inherente. Creo que con ello quería transmitir su esencia más íntima, desligada de su materialidad. En este sentido, me recuerda mucho a la pintura metafísica, especialmente a Giorgio di Chirico, en cuyos cuadros el silencio que hay entre los personajes es inmenso, siendo éstos una esencialización del hombre, atemporal e inmaterial que da lugar a la reflexión.

En la misma línea naturalista, la importancia de los ruidos y de los sonidos de la naturaleza -la lluvia, el movimiento del agua, el fuego crepitando- prevalecen sobre la a veces inexistente música pues, con razón, opinaba que la vida ya tiene sus propios sonidos, mucho más elocuentes. Esto no es más que un reflejo de su amor por la creación; le gustaba pasar horas paseando y contemplando en el lugar más cercano a su Creador.

La vida no fue nada fácil para Andrei, quien tuvo en contra a las autoridades rusas casi desde el primer momento, poniéndole trabas a sus proyectos, negándole muchos de ellos y atrasándolos al máximo, hasta el punto de enviar a uno del Goskino a Cannes (1983) para boicotearle Nostalghia -la primera película realizada en el extranjero-, lo que le impidió ganar la Palma de Oro. Entendió con eso que no le dejarían seguir trabajando bajo su sombra y tomó la decisión más dura de su vida: no regresar ni vivo ni muerto a su amada Rusia, que tanto daño le había hecho. Esos años fueron para él un infierno, no consiguió adaptarse del todo a la fuerte añoranza de su tierra. 
Fotograma de Nostalghia.
Lo más sobrecogedor de todo es que él predijo en sus últimas películas su destino. En Nostalghia habla <<de la forma rusa de nostalgia, (...) un estado anímico que surge en nosotros los rusos cuando estamos muy lejos de nuestra patria.>> (4) y confiesa luego su terrible hallazgo: <<¿Cómo iba a imaginar durante el rodaje de Nostalghia que aquel estado de tristeza aplastante y sin salida, que marca toda la película, podría ser alguna vez el destino de mi vida?>> En el primer guión de su siguiente y última obra, escrito en Rusia, el protagonista está enfermo de cáncer, la misma que le llevaría a la muerte. si bien la rapidez  del proceso hacen pensar en un posible envenenamiento a manos de la KGB o por las aguas residuales del rodaje de Stalker. Éstas habían causado la muerte del actor Anatoly Solonitsyn (1982) y su segunda mujer, Larissa Tarkovskaya (1998). Todas estas predicciones le hicieron recordar las palabras de Pushkin: <<todo artista verdadero es, contra su propia voluntad, profeta.>>
Fotograma de Nostalghia.
Una de las personas que más le admiró hasta la devoción y que mantuvo con él una estrecha relación durante algunos años fue el actor protagonista de La infancia de Ivan (1962) y el campanero de Ivan Rublev (1966), el entonces joven Nikolai Burlyaev. Sus palabras resumen con mucha sabiduría y belleza su vida: <<Iba siempre hacia adelante con el pecho descubierto y sobrellevaba la cruz. Se descargaba con sus películas sin concesiones, con valentía y directamente. Cantaba su canción, decía su verdad, y no por su propia prosperidad, que nunca logró, sino en el nombre de la Verdad y el Arte. ¡Qué difícil es vivir una vida así!>> (5)
Ante un mártir de la belleza, del arte y de la vida, yo me quito el sombrero. Mis palabras sobran al lado su obra, pero al menos espero que se conozca y se le coloque en el lugar que le corresponde, lejos del olvido.
Fotograma de Nostalghia.

Notas
(1) VVAA, Acerca de Andrei Tarkovski. Ediciones Jaguar, Madrid, 2001.
(2) TARKOVSKI, Andrei, Esculpir en el tiempo, Ediciones Rialp, Madrid, 2005.
(3) VVAA, op. cit., pág. 210. Andrei predijo, como tantas cosas, que le pedirían a Leila Alexander, con la que trabajó para el rodaje de su último filme, Sacrificio, hablar sobre él a su muerte. De hecho, es una de las que han escrito su precioso testimonio en Acerca de Andrei T. a petición de Marina Tarkovskaia, la hermana del cineasta.                                                              
(4) TARKOVSKI, Andrei, op., cit., pág. 225.
(5) VVAA, op., cit., pág.73.

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