lunes, 28 de julio de 2014

Una música constante.

¿Cómo encerrar en un libro tanta belleza? Si hay alguien que sea capaz de relatar los acontecimientos más prosaicos de la vida cotidiana con un sentido tan estético, ese es el escritor calcutense Vikram Seth, cuyo estilo podría encuadrarse en la prosa poética. "Una música constante" ("An equal music"), escrito en 1999, ha sido mi primer acercamiento a este escritor, cuyo estilo me cautivó desde las primeras páginas aunque no se relatara en un principio, nada relevante. 

Ésta, sin lugar a dudas, es para mí la novela por antonomasia de los amantes de la música. A pesar de no ser músico, Vikram nos introduce en este gremial mundo como si lo hubiera vivido desde dentro. Él es la voz del protagonista, del que conocemos hasta los más íntimos pensamientos y con el que uno no puede dejar de encariñarse desde el principio: Michael Holme, un segundo violín del Cuarteto Maggiore, cuya vida va al socaire de los vaivenes de su cuarteto y cuyo rumbo hace tiempo dejó de tener un norte tras la pérdida de su único amor: Julia. Se conocieron cuando eran estudiantes de música en Viena, pero una crisis existencial de Michael le hizo abandonar la ciudad sin poder recuperar aquello que más quería.


Londres es el marco de esta apasionante novela en la que Hayde Park y su río Serpentine con patos y serpientes nadadoras, son protagonistas. Un buen día, en sus grisáceos días, le ocurre algo a Michael que dará un vuelco a su vida:

"Estamos atascados detrás de una hilera de autobuses, justo después del semáforo que hay enfrente de los grandes almacenes Selfridges. Vuelvo ligeramente la cabeza para ver uno de mis lugares favoritos, la grandiosa estatua de color lapislázuli del Ángel de Selfridges, con sus tritones arrodillados en homenaje. Ese ángel y el excéntrico edificio de los grandes almacenes son lo único que hay en Oxford Street capaz de hacerme sonreír. 
Pero mis ojos no llegan a posarse en el Ángel de Selfridges.
Julia está sentada a metro y medio de mí." 

Sin contar nada de la trama, pues lo mejor es leerlo, hablaré un poco de su estilo. Hubo algo que me llamó poderosamente la atención desde el principio y que es una nota característica del escritor: su manera de escribir abocetada, frases cortas como destellos de luz que se suceden de manera vertiginosa dando la sensación de vaporosidad y liviandad y que dan ritmo. Estas narraciones se entremezclan con fragmentos de diálogos ingeniosos y vivaces junto con otros que son poesía pura. 

"Durante el quinteto oscurece sobre nuestras cabezas, como si murieran las células de la vida. El último resplandor del día se extingue con el lento y grave trío. Noble, melancólico, lastimero, ayuda a soportar el mundo y a mitigar cualquier temor de lo que podría traernos el cielo sin sol.
Estas manos se mueven igual que aquellas manos se movieron sobre el papel. Este corazón late y reposa como aquél corazón latió y reposó. Y estos oídos...Pero él nunca oyó tocar esta música: ni una vez, ¿verdad?
Amado Schubert, en tu ciudad soy un náufrago. Me consume un antiguo amor; sus gérmenes, tanto tiempo latentes en mi interior, se han vuelto de nuevo virulentos. No tengo esperanza. Le volví la espalda hace cuatro mil noches, han borrado el sendero árboles y zarzas."

Aquí los sentidos se fusionan en una maravillosa sinestesia, pues no sólo la música es constante, tanto la que producen los instrumentos como la de las alondras, ruiseñores y demás pájaros cantores, sino que esta sensación se fusiona con los olores de los rododendros, amapolas y un sinfín de árboles que colman los escenarios y protagonizan algunas conversaciones rezumando de sus páginas.  

Como no podía ser de otra manera y aquí más que en ningún otro libro, he descubierto una música maravillosa, que tal vez de otra manera no hubiera escuchado pero con la que, conociendo la historia, uno se siente cómplice. Aquí descubrí que Beethoven había hecho un arreglo de su trío opus 1 nº3 en un quinteto en los últimos años de su vida, el opus 104. Otra obra es el arte de la fuga, obra de Bach que aquí tiene mucha significación. 

Quinteto de Beethoven op. 104 en Do menor, "Andante cantabile con variazioni", iPalpiti Soloists. 

Esta historia de momentos de ingenioso humor junto con otros tremendamente melancólicos y bellos o profundamente dramáticos, donde amor, desamor y un sinfín de relaciones variadas como las cuasi matrimoniales del cuarteto, conviven, nos revela que es el amor esa espada de doble filo, única fuerza capaz de llenar una vida y la que le puede quitar todo su sentido. Pero cuando no es posible el amor humano, al menos, queda la música como consuelo. Aquella que escuchamos para obtener esas caricias y amor abstracto que anhelamos constantemente en nuestra vida. 

"Me abro paso a través de la multitud y salgo a la lluvia. Camino un rato por las calles, por la oscuridad del parque. Una vez más estoy junto al Serpentine. La lluvia se ha llevado mis lágrimas de antes. 
La música, esa música, ya es bastante. ¿Por qué buscar la felicidad?, ¿por qué esperar no sufrir? Ya es bastante, ya es bastante bendición vivir un día tras otro y oír esa música- no en exceso, el alma no podría soportarlo- de vez en cuando."

                           
El arte de la fuga (contrapuncti 1-4), Juilliard String Quartet. 


Nota: A modo de curiosidad, tras leer este libro vi la película "A late quartet" ("El último concierto"), 2012, de Yaron Zilberman. Me recordó muchísimo al libro. Parecía como si se hubieran inspirado en él pero no dicen nada de ello. Trata también sobre un cuarteto y los problemas que surgen en él son muy parecidos.

domingo, 6 de julio de 2014

Una película inolvidable: ¡No he sido yo, lo juro!

Desde que vi C'est pas moi, je le jure! (26 de septiembre de 2008, Canadá) se ha convertido, indudablemente, en mi película favorita. Se trata de la tercera producción de Philippe Falardeau (1968, Hull, Quebec, Canadá), quien se convirtió en director casi por casualidad tras ganar hace 22 años un concurso de dirección de cine en un programa de televisión. Aunque no se considera ni artista ni director de cine, sus películas hablan por sí solas. Ésta ha sido ganadora de 8 premios, entre ellos, el merecidísimo Mejor Actor del Atlantic Film Festival para Antoine L'Ecuyer que hacía su debut.


La historia, que se sitúa en el '68, es narrada desde la mirada llena de imaginación e ingenuidad de Léon Doré, (Antoine L'Ecuyer), un niño de 10 años que protagoniza esta exquisita comedia melodramática. Sus padres, una madre (Suzanne Clémment) hippie, liberal y apasionada y un padre (Daniel Brière) correcto, estricto y formal, están al borde de la ruptura. Léon lo vive desde la más extrema rebeldía, llevándole tan temprano, al sinsentido, al mayor desprecio de la vida y de la muerte, a la cual no se cansa de desafiar.

Su hermano, el buenísimo Jérôme (Gabriel Maillé), siempre le saca de apuros, cansado de luchar en vano por su estabilidad. Entretanto, Léon conoce a Léa (Catherine Faucher), cuya situación familiar es tan inestable como la suya y se hace compañera inseparable de sus proyectos. La narración es perfecta: pausada y armoniosa; la dirección, música y guión hacen de esta sencilla historia infantil una profunda reflexión sobre el drama humano, cuyo único antídoto  es el amor: "El amor nos da coraje", frase clave de la película.


No sólo es conmovedor su mensaje, profundamente humano y sabio, sino que es presentada con una fotografía deslumbrante de verdes intensos y encuadres bellísimos. Los planos cenitales, que enfocan desde la lejanía a las personas dejándolas en diminutos puntos, como insignificantes somos en este mundo, son un gran hallazgo. En ellos, los campos de trigo verde son los protagonistas.

 

También destacan los encuadres de dos personas: una en el primer plano y otra contemplándola en el segundo. Los numerosos travelling, al ritmo de la bicicleta, de Léon corriendo o de los bolos, nos dan unas imágenes preciosas.


La música también es extraordinaria. La presencia del piano es un leitmotiv constante en el film. Parece como si la melodía que tantas veces sale de él, unas veces tocado por la madre, otras por padre e hijo, otras por Léon, fuera un bálsamo que llenase de ternura hasta al rebelde protagonista y sirviese de calma y unión en la atormentada familia. 
                      
 
                  

Esa mágica y recurrente melodía del piano fue un gran descubrimiento para mí: la Allemande de la Suite Francesa n. 4 de J.S.Bach, BVW 815 (Click para escuchar- interpretada por Tatiana Nikolayeva-), pieza delicadísima que llega hasta lo más hondo del ser humano, haciéndole llorar por lo que perdió y encontrar esperanza en lo venidero. Bach, compositor espiritual más allá de matemático, nos hace respirar a Dios en la fragilidad del hombre.

La música compuesta por Patrick Watson para ella tampoco deja nada que desear. Les recomiendo vivamente que se dejen llevar por sus suaves melodías, que, al ritmo de la guitarra, empujan su melancólica voz a la esperanza.

 
"Comenzar de nuevo es como comenzar una casa de Lego. Hay que deshacerla primero, reducirla a escombros. Después de eso, todo es posible.", Léon Doré.