miércoles, 29 de junio de 2022

La pasión poética I: la vida como poesía.

Una mano se alza en el aire. Mueve las falanges lentamente como acariciándolo, gira sobre sí misma y permanece suspendida en actitud de espera. Como el escultor que moldea la arcilla, entre sus dedos tienta algo que se le escapa, pero sabe que está ahí, en ese bloque aéreo. Es una palabra —le mot juste, la llama Annie Ernaux— o una imagen que ha vislumbrado como un relámpago. Tal vez ha sido el dorso de un conejo blanco que habría salido disparado mientras no estaba mirando; aunque, quizás, tan sólo se tratara de un ensueño. Cuando la invente —es decir, cuando escarbe en el silencio hasta encontrarla— la corriente de palabras, habiendo sorteado aquel obstáculo, seguirá su curso y no tendrá más que deslizarse sobre aquella como una hoja que se deja balancear por el viento.

Foto de autoría propia. 

He aquí un poema.
La mano tiembla aún. El cuerpo entero sigue conmocionado.
Ya no se es la misma persona que antes de escribirlo. Algo ha pasado entre la mano y el papel; algo, entre el cuerpo y la mano; algo más que palabras. Pero ¿qué es? ¿Es eso lo que llamamos poesía?


Foto de autoría propia.

Frente a las identidades que crecen verticalmente en raíces cada vez más profundas ejerciendo todo tipo de violencias; frente a los edificios conceptuales (2) que las ciencias levantan bajo el prestigioso nombre de la verdad y del progreso; frente a la mercantilización del mundo y su feroz expansión; frente a las guerras; frente a la barbarie y frente a cualquier forma de dominación, la poesía se presenta como una reserva de libertad desde donde abrir(se) (a) otras posibilidades de ser -y de dejar ser-, de vivir -y de dejar vivir-; de estar. “Habito la Posibilidad/ Una Casa más bella que la Prosa-/ Con más Ventanas-”, comienza un poema de Emily Dickinson, para luego, en el broche final, “albergar el Paraíso” (3).


Foto de autoría propia.

La vida como poesía: la actitud poética.

Pero, ¿es posible escribir poesía en medio de la barbarie? No sólo es posible sino necesario -escribirla, leerla, encarnarla-. Para Theodor Adorno escribir poesía después de Auschwitz era una barbarie. Sin embargo, sabemos que toda experiencia -incluso las más dolorosas- es susceptible de ser transformada, como dan cuenta los innumerables ejemplos a lo largo de la historia del arte y la literatura. Simone Weil (París, 3 de febrero de 1904- Ashford, 24 de agosto de 1943), quien vivió de cerca las duras condiciones de trabajo de una fábrica, escribiría su famosa frase después de esta experiencia: “el pueblo tiene tanta necesidad de poesía como de pan. (…) Tiene necesidad de que la propia sustancia de su vida sea poesía” (4). Y es que el arte es una forma de resistencia contra las tiranías, una pequeña máquina revolucionaria que dinamita las fronteras silenciosamente sin necesidad de moverse del sitio. De entre todas las formas artísticas, bajo las cuales subyace (5) como su elemento vivificador, la poesía es, bajo mi punto de vista, la que posee la mayor potencia revolucionaria.


Revolución poética

La palabra revolución viene del latín revolvere -volver a- y revolutio -producción de un cambio radical-. La revolución de una actitud poética consistiría en un volver sobre sí mismo: movimiento de vuelta sobre sí mediante el cual uno se transforma y transforma y en el transcurso deviene minoritario (6).

Mediante la atención extrema (7) que posibilita la creación artística, uno no busca, sino, más bien, se deja inundar, abierto el ser (8) al extrañamiento que le produce lo que no se deja decir ni apresar, aquello que sólo cabe reconocerse con el asombro de un niño. Esta atención, en primera instancia, se vuelca hacia uno, siendo así que, como explica Octavio Paz: “la revelación (...) se transforma en un abrirse del hombre a sí mismo.” (9)

En ese re-conocimiento uno contiene y libera lo que de desconocido e inaudito hay en uno, abriendo las llamadas líneas de fuga deleuzianas que propiciarán el flujo de movimiento.


Eye and beach montage, 1949, Maurice Tabard.


En esta vuelta sobre sí uno ha de des-habituarse, palabra que recuerda a la palabra francesa déshabiller -desnudarse- para que, una vez liberados de las máscaras que nos hacen ser-quienes-somos podamos llegar a ese lugar otro, a ese tiempo otro y a ese decir otro que inaugura la poesía.

El sujeto pierde la sujeción y deviene “forastero respecto a uno mismo, y a su propia lengua y nación” (10). Es un nómada (11) que atraviesa su propio desierto -¿es una ráfaga lo que le ha transformado?-, razón por la cual, ante la pregunta por la identidad, Alicia, como les ocurre a los poetas y místicos, balbucea: “Pues verá usted, señor…, yo…, yo no sé muy bien quién soy, ahora, en este momento”.

Y en ese instante de anonadamiento, en donde uno no sabe quién es, las posibilidades se multiplican. “Ser nada para ocupar en el todo el verdadero lugar de uno”, (12) escribe Simone Weil. La nada y el todo: los extremos se tocan.


La in-corporación del instante: devenir cuerpo poético

La poesía irrumpe y lo trastoca todo. Es el momento del éxtasis, de la transgresión de todo límite.

“Elle est retrouvée!
Quoi? -l'Éternité.
C'est la mer allée
Avec le soleil.” (13)

Vista de Cornwall, Richard Thorn.

Este instante pleno de sí, donde todos los instantes son y no son al mismo tiempo, se clava en la carne como un aguijón. El poema se ha in-corporado al poeta; el poeta se ha in-corporado al instante a través de él. En otras palabras, el poema adviene al poeta y el poeta deviene poema (14). El flujo de intensidades pasa a través del cuerpo en un ir y venir en el que ya no distinguimos al poeta del poema. ¿Y quién, después de haber gustado de este goce poético, no querría extenderlo a la vida entera haciéndose poema?

“Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y con mis semanas, infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir.” (15)

Así pues, para tener una actitud poética no haría falta escribir poesía. Se puede devenir poeta haciendo de la propia vida el propio poema. Esto no le ahorrará a uno los sinsabores, ya que hay momentos que no se dejarán poetizar, pero le permitirá -eso sí- vivir con la intensidad que tanto la vida como la poesía requieren.

A través de ella, uno se inserta en el instante, pero ya no para echar raíces sino para deslizarse sobre él con pies de bailarín. “He aprendido a volar: desde entonces no quiero ser empujado para moverme de un sitio. Ahora soy ligero, ahora vuelo, ahora me veo a mí mismo por debajo de mí, ahora un dios baila por medio de mí.” (16)


Epílogo

En un deseo de hablar de poesía he escrito este pequeño post sabiendo que es insuficiente y que la poesía, al igual que la vida, excede a todo cuanto  pudiera decirse. Por lo tanto, habrá que hacer saltar por los aires todo lo que se diga al respecto - y todo lo escrito aquí- y dejarse transformar por ella.





Notas

1. Deleuze habla de dos planos del conocimiento: uno trascendente, cuya imagen es el árbol y se ancla en el ser y otro, inmanente, de crecimiento horizontal e infinito, rizomático, filosofía del devenir.

2. Nietzsche en Sobre verdad y mentira en sentido extramoral habla de la capacidad del hombre para construir conceptos “olvidando el origen arbitrario y metafórico de las palabras”, es decir, olvidando que, en su alejamiento de la realidad, las palabras no designan las cosas.

3. Fragmento del poema 466 de Emily Dickinson (traducción propia).

4. WEIL, Simone, Ensayos sobre la condición obrera, Ed. Nova terra. Barcelona, 1962, pág. 310.

5. Lo desarrolla Octavio Paz en el capítulo Poesía y poema en PAZ, Octavio, El arco y la lira, Fondo de cultura económica. México, 1979.

6. “La única oportunidad de los hombres está en el devenir revolucionario, es lo único que puede exorcizar la vergüenza o responder a lo intolerable.” (Deleuze 1999: 268). “Devenir-minoritario es un asunto político y recurre a todo un trabajo de potencia, a una micro-política activa. Justo lo contrario de la macropolítica, e incluso de la Historia, donde más bien se trata de saber cómo se va a conquistar o a obtener una mayoría” (cfr. Deleuze 2000: 292).

7. “La atención extrema constituye la facultad creadora del ser humano.” WEIL, Simone, La gravedad y la gracia, Editorial Trotta. Madrid, 2007, pág.

8. “De lo que se trata siempre es de liberar la vida allí donde está cautiva, o de intentarlo en un cierto combate.” DELEUZE, Gilles y GUATARI, Félix, ¿Qué es la filosofía?, pág. 173.

9. PAZ, Octavio, op. cit, pág. 140.

10. DELEUZE, Gilles y GUATARI, Félix, op. cit., pág. 112.

11. Es un devenir nómada y a la vez un cuerpo sin órganos, conceptos próximos dentro de la filosofía de Deleuze.

12. WEIL, Simone, op.cit., pág. 84.

13. Poema de Arthur Rimbaud.

14. Como ocurre con el pensamiento y el ser: “El movimiento infinito es doble, y tan sólo hay una leve inclinación de uno a otro. En este sentido se dice que pensar y ser son una única y misma cosa.” DELEUZE, Gilles y GUATARI, Félix, ¿Qué es la filosofía?, pág. 42.

15. Extracto del poema El deseo y la palabra, Alejandra Pizarnik.

16. Del leer y escribir en Así habló Zaratustra, NIETZSCHE, Friedrich, Obras selectas, Edimat Libros. Madrid, 2012, pág. 57.


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