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lunes, 27 de octubre de 2014

Mahler y Alma: La historia de dos sufrimientos.

Mi deseo de conocer más acerca de Mahler me ha llevado al hallazgo de un testimonio de primera mano inigualable: el de su esposa, Alma Mahler. El libro se titula "Gustav Mahler: recuerdos y cartas" (1). Me dio una gran alegría conocer su existencia, pues ya me había encantado la biografía del grandísimo Bach escrita por su mujer (de la que hablaré más adelante) y no creía que esa suerte pudiera repetirse. La relación entre Alma y Gustav Mahler ha estado teñida de muchos comentarios no muy acertados, tanto en vida como ahora. Creo que no se ha comprendido suficientemente bien lo que supuso su unión, en la que no todo era de color de rosa pero tampoco negro como el carbón. La gente es muy dada a opinar sin saber o a basarse en fuentes de terceros, con las verdades ya marchitas por el excesivo reciclaje. Por eso aquí hablaré de ello en base a las palabras sinceras de Alma -que escribió con la perspectiva de los años y el apoyo de su diario-, que nos ha humanizado la visión de ese gran Orfeo de Mahler.

Alma Schindler (Viena, 1879- Nueva York, 1964) era hija del pintor Emil Jakob Schindler. Se crió en un ambiente artístico privilegiado y trató con innumerables artistas de la época. Era alumna de composición de Alexander von Zemlimsky y había compuesto algunas canciones muy buenas. El 9 de noviembre de 1901, con 22 años, fue invitada a una cena en casa de sus amigos los Zuckerland en la que estaban invitados Mahler, el pintor G. Klimt y Max Burckhard- director del Burgtheater y poeta-. A ella le intimidaba la presencia de Mahler, de quien se habían corrido falsos escándalos por su condición de judío. Pero finalmente acudió por sus amigos Klimt y Burckhard. Mahler era el director de la Filarmónica de Viena- más tarde lo sería de la Ópera-. Tenía un enorme prestigio como tal y su persona ejercía gran fascinación. Alma, cuya belleza e inteligencia era sobradamente apreciada por todos, tomó como escudo una actitud indolente hacia él. Pero Mahler  no dejó de observarla en toda la noche y pronto, atraídos el uno por el otro, comenzaron a discutir sobre música. "Hacía largo rato que nos habíamos apartado del resto, o ellos nos habían dejado solos. Había alrededor nuestro ese círculo mágico que pronto encierra a quienes se han encontrado mutuamente." Al día siguiente le había invitado a un ensayo de la Filarmónica junto con otras damas que se unieron. Él le quitó el abrigo a Alma y omitió hacerlo con el resto. Mahler ya estaba enamoradísimo: "- Frau Schindler, ¿cómo durmió usted?
- Perfectamente. ¿Por qué?
- Yo no pegué ojo en toda la noche."


A la mañana siguiente le había enviado unos versos suyos de manera anónima y ella supo que eran de él. Todavía era joven e ingenua, se llevaban 19 años. "Su grandeza interior, me era casi desconocida en ese momento. Sin embargo, me inquietaba una sensación de temor reverente ante su extraordinario genio que amenazaba con alterar mi serenidad." En las siguientes semanas se  encontraron en la ópera donde conoció a la madre de Alma, que le reverenció hasta el final de sus días. "Nos separamos muy alegres, con la sensación de que algo grande y hermoso había sobrevenido en nuestras vidas." Al poco, Mahler le habló de casarse. Él estaba decidido, aunque ella a penas dijo palabra en esa fugaz conversación. "Después de haberle dejado que me besara sin desearlo realmente y que apresurara la boda sin siquiera haberlo pensado, me di cuenta de que tenía razón en ambas cosas y que ya no podría vivir sin él. Sentí que sólo él podría dar sentido a mi vida y que estaba, con mucho, por encima de todo hombre que yo hubiese conocido." Los amigos de Alma no aprobaban esa unión, entre otras cosas por ser judío, pero también porque vaticinaban que le haría sombra... y así fue. 

Mahler tenía que viajar constantemente con la Filarmónica y en esos viajes, que se le hacían penosos por la lejanía de Alma, le escribía constantemente. En una de esas ocasiones, ella tenía que terminar una composición muy importante para ella y le escribió diciendo que no podría escribirle más ese día. Él se enfadó muchísimo y le prohibió por carta que compusiera, aunque en seguida rebajó sus exigencias en la siguiente carta. Ella lloró amargamente pero finalmente aceptó. "Enterré mis sueños, y quizá fue mejor así. Ha sido mi privilegio dar a mis dotes creadoras otra vida en espíritus mayores que el mío. Pero sentí mi alma transida y la herida nunca se curó." En muchas ocasiones hace referencia al sacrificio que ella hacía de su vida para Mahler, del que él no se daba cuenta, aunque ella estaba orgullosa de poder servir para su obra y permitirle componer. Vivían en habitaciones separadas, ella se encargaba de que no hubiera ningún ruido mientras él componía y le pasaba las partituras orquestales a piano. Desde luego es impagable ese sacrificio callado, esa abnegación total de su persona por el arte de su marido, a quien amaba.

El 9 de marzo de 1902 se casaron con Alma embarazada. Desde entonces ella notó un giro en la actitud de él, que le trataba como un profesor estricto. Intentaba imponerle su visión negativa de todas las cosas que él consideraba supérfluas: vestidos, vanidad, viajes... Entendió más tarde que Mahler tenía celos de su juventud y belleza y quería asegurársela para él. Por su parte, Alma estaba celosa de su pasado. Parece ser que Alma más que nada comenzó admirándole como compositor. Más tarde le amó, si cabe decirlo, también por su persona. Pero una vez le dijo a Mahler que lo que amaba de un hombre eran sus realizaciones... Alma sentía al principio una gran inseguridad e inferioridad que podría haber curado con su música y lo llevaba como una carga. Mahler la amaba, pero con su trabajo le había descuidado, pues trabajaba infatigablemente entre sus composiciones y el trabajo en la Ópera de Viena.

En cuanto a Mahler, no podía ser de otra manera. Su aparente egoísmo no era tal, pues no le importaba él sino su obra. Su forma de ser era difícil, pero fruto de su genialidad no fingida. Tenía un carácter muy fuerte, violento e intransigente aunque también muy dulce. Su ingenuidad y despreocupación total por el mundo llegaron a ser muy embarazosas para Alma, aunque también podía resultar cómico. Tenía muchas extravagancias que llevaron a muchas cenas incómodas, como una en la que una cantante invitada quería interpretarle una pieza y Mahler, al poco de empezar, se marchó furioso. También solía levantarse varias veces en las cenas en casa de desconocidos porque se aburría. Se sentían mucho mejor en familia y con los amigos cercanos. 

Un suceso que les marcó profundamente fue la muerte de su hija mayor en 1907. En esa ocasión, el doctor prescribió reposo a Alma porque estaba fatigada y Mahler, a modo de guasa, le dijo que le mirara a él también. La respuesta fue un mazazo: le dijo que su corazón no estaba nada bien. Su dolor les separó por esa temporada, fue el principio del fin y Mahler estuvo ensombrecido aún más por esta noticia. Su amor vio renacerse sin embargo, en algunas ocasiones que Mahler despertaba del letargo y tenía detalles enternecedores con Alma. Pasaron juntos un bache en 1910. Alma había estado recuperándose de su fatiga en un sanatorio, donde conoció a Walter Gropius, que le cayó muy simpático. Sus halagos le complacieron porque reavivaron la confianza en sí misma, pero se marchó porque "no deseaba en modo alguno cambiar mi vieja vida por una nueva". Al poco él le escribió una carta de declaración de amor que estaba dirigida a Mahler (no se sabe si por error o como petición de mano). Se sinceraron por primera vez y recurrieron a la madre de Alma para que les ayudara. Esos días sólo paseaban y lloraban juntos. "Después de poner al desnudo las causas de nuestro alejamiento con la mayor honestidad, me sentí más segura que nunca de que no podría abandonarle. Cuando se lo dije, su rostro se transfiguró. Su amor se convirtió en éxtasis. No podía separarse de mí ni por un segundo." Sin embargo, ella se dio cuenta de que su matrimonio no era un matrimonio de verdad... Alguien le había dicho una vez: "te has casado con un hombre que no es un hombre, es una abstracción." El pobre Mahler sintió mucha inseguridad y celos a raíz de este suceso y al poco acudió a Freud, quedándose más tranquilo. Se dio cuenta por primera vez de que "algo se debe a la persona con la que se ha unido la propia vida" y comenzó a interesarse por las antiguas canciones de su esposa. Un día tocándolas al piano y se dio cuenta de que eran muy buenas y de que había sido muy ciego y egoísta, tal como se lo hizo saber a Alma. Quería que se publicaran y le pidió que compusiera nuevamente...

Úlmtima hoja de la 10ª sinfonía. Dice: "Für dich leben! für dich sterben”! que significa: por ti vivo, por ti muero. Al final pone: “Almschi”, el apelativo con que llamaba a Alma. 

Su relación era muy conmovedora. Mahler necesitaba a esta delicada joven y ella a él también. Alma le cuidó durante su enfermedad no separándose apenas de él. No podía soportar su vida sin él y soñaban con vivir una vida tranquila después de que se recuperase. Ella le dijo "- Cuando estés bien nuevamente, ya habré tenido bastante de sufrimientos. ¿Recuerdas que cuando me conociste pensaste que yo era demasiado feliz? Ya he sufrido bastante. No necesito más castigo. Viviremos una vida despreocupada y feliz.- Sonrió tiernamente y me acarició los cabellos. - Sí, tienes razón. Si Dios quiere que yo mejore, aún podemos ser felices." Cuenta Alma que la belleza de Mahler en sus últimos días era asombrosa y que ella le decía: "Hoy, eres Alejandro el Grande". "En los últimos días exclamó <<¡Mi Almschi!>> cientos de veces, con una voz, un tono, que nunca había oído antes y nunca he vuelto a oír desde entonces. Y al escribir ahora estas palabras, no puedo refrenar mis lágrimas." Él estuvo con una grandeza de ánimo conmovedoras, tenía paz cuando nunca la había encontrado en toda su vida. Lo último que dijo, con ojos asombrados y sonriente, fue "¡Mozart!" dos veces. Y pensar que se encontró con él y con todos los compositores que admiraba...¡es sobrecogedor!


Notas
(1) MAHLER, Alma, Gustav Mahler: recuerdos y cartas. Taurus, Madrid, 1986.

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domingo, 5 de octubre de 2014

El París de los años 20 bajo la mirada de Hemingway.


En casi todos los libros que me he leído en estos dos últimos meses, París ha sido su ciudad estrella. Tal vez fuera yo, inconscientemente, la que los elegía atraída por esta ciudad, pues es cierto que me fascina. Una ciudad donde se respira el mundo de la bohemia, llena de belleza, de historias de amor...Así podría resumirse su encanto. En ella confluyen, además, muchos artistas y personajes relevantes de la historia. Por poner ejemplos que he tratado aquí: Chopin, George Sand, Balzac, Victor Hugo, Manet y los impresionistas... y ya en el siglo XX, Irène Némirovsky, que deja constancia de sus años parisinos en Los perros y los lobos y Suite francesa.

Perteneciente a esta subcategoría de "libros parisinos" se encuentra el protagonista de hoy: París era una fiesta, de Ernest Hemingway (Illinois, 1899- Idaho, 1961). Su interés no radica en ser una novela de ficción ambientada en esta ciudad, que no es el caso, sino en ser un relato autobiográfico sobre la época de Hemingway en París, engrosando así la lista de celebridades que pasaron por ella. Esto la convierte en una joya en varios aspectos: el literario, por descontado y como fuente riquísima de conocimiento. A través de éste libro conocemos, además de sus experiencias personales, cuestiones acerca del trabajo de un -todavía- joven y pobre -"pero feliz"- escritor y casi lo más interesante: su relación con otros importantes literatos. 

Otro de los grandes atractivos de este libro es la época que retrata: los felices años 20 (1921 a 1926). Hemingway se mudó allí con su recién casada esposa, Hadley Richardson y trabajaba como corresponsal extranjero. Allí conoce a la flor y nata de los escritores expatriados del momento. Él era joven todavía y su estilo aún estaba configurándose, por lo que su relación con ellos influiría decisivamente en su vida y en su obra. Gertrude Stein durante una conversación con Hemingway recogida en el libro, bautizó a su generación de escritores norteamericanos, "la generación perdida". A ella pertenecían los escritores que habían participado en la Gran Guerra y vivieron en París u otras ciudades europeas desde entonces hasta el Crack del 29. Estos eran: John Dos Passos, Ezra Pound, John Steinbeck, Scott Fitzgerald, Hemingway, William Faulkner...

El libro es muy ameno. Tiene un estilo depuradísimo, minimalista a la par que elocuente, dejando que el lector se imagine lo que no se dice. Está compuesto por capítulos independientes a modo de relatos. En cuanto a su relación con otros escritores, trata a Evan Shipman, a James Joyce- a penas intercambian dos frases en el libro-, a Ernest Walsh...Habla de su amistad con el poeta Ezra Pound, al que consideraba como un santo porque ayudaba a todo artista que estuvieran en apuros económicos haciendo colectas o montando una a asociación benéfica si hacía falta. Dos de las grandes amistades que más ocupan en París era una fiesta son las de Gertrude Stein y Scott Fitzgerald.


Gertrude Stein (1874-1946), a quien yo conocía sobre todo por ser modelo de Picasso y mecenas de varios pintores importantes, tuvo mucha importancia en el ambiente artístico y literario de París de los años 20. Hemingway acudía a su salón repleto de cuadros a charlar con ella sobre sus obras o sobre otros escritores. Era una persona singularísima, con una fuerte personalidad y sentencias demoledoras, por lo que Hemingway escribió que a veces decía "la mar de disparates". "En los tres o cuatro años en que fuimos buenos amigos no logro recordar que Gertrude Stein hablara bien de ningún escritor a no ser que hubiera escrito algo en beneficio de su carrera (...)." (1)

Retratos de Gertrude Stein, de izquierda a derecha: FranciscoPicasso, 1906; Francis Picabia, 1906; Francisco Riba-Rovira, 1945.


Conoció a Scott (1896-1940) cuando acababa de publicar El gran Gatsby e iba a ser adaptada al cine. Fue uno de sus mejores amigos, aunque pasó por años duros en los que estaba bebido noche y día por culpa de su relación imposible con su mujer Zelda. Ella estaba celosa de su trabajo y le arrastraba a los bares, por lo que tenía un grave obstáculo para seguir una disciplina. "La cosa se prolongó durante años, pero durante años también, no tuve ningún amigo tan leal como Scott cuando no estaba borracho." Después se descubrió que padecía de locura, se separaron y volvió la calma. (2)

Con Ford Madox Ford hay un capítulo muy simpático en el que se encuentran en una cafetería donde Hemingway solía escribir, La Closerie des Lilas. Le retrata como un escritor mayor pintoresco y algo chiflado de forma cómica. Ford estaba convencido de haber negado el saludo a un escritor que pasaba por ahí y se jactaba de ello:
"- Explíqueme qué razones hay para retirarle el saludo a alguien- pedí-. (...)
- Un caballero- explicó Ford- le negará siempre el saludo a un rufián. (...)
- ¿Se lo negará a un villano?- pregunté-.
- Es inconcebible que un caballero tenga relación con un villano." (3)

Gauguin, Montagne Sainte- Victoire, 1904-6.

Por último, es muy interesante las revelaciones que hace sobre su joven aprendizaje de escritor. De la pintura de Cezanne aprendió a encerrar todas las dimensiones de la realidad. Cuando no sabía cómo arrancar a escribir se decía: "No te preocupes. Hasta ahora has escrito y seguirás escribiendo. Lo único que tienes que hacer es escribir una frase verídica. Escribe una frase tan verídica como sepas." (4) Su estilo lo define al explicar que sus dificultades para escribir una novela se debían a que "había aspirado a meter en un solo párrafo el destilado de todo lo que sale en una novela." Por último, así describe uno de sus hábitos de escritor: "Por entonces ya me había adiestrado a no secar nunca el pozo de lo que escribo, y a pararme siempre cuando todavía queda algo en lo hondo del pozo, y a dejar que por la noche lo volvieran a llenar las fuentes de que se nutre." (5)

El libro fue escrito tras haber vuelto con su cuarta esposa al Hotel Ritz de París en 1956. "Aquí, repentina e inexplicablemente, el personal del hotel recordó que treinta años antes había dejado en depósito en el hotel dos cajas de documentos; y así Hemingway se encontró revisando durante quince días docenas de libretas escritas a lápiz con los apuntes sobre París que más tarde se convertirían en París era una fiesta." (6) Este libro lo escribió como obra póstuma antes de suicidarse en su casa. De ahí, el carácter melancólico y de ponderación de lo que había sido su vida cuando no se había dejado corromper; "cuando era muy pobre y muy feliz." 


Curiosidad: La película Midnight in Paris de Woody Allen, recrea este ambiente bohemio con los escritores citados. 

Notas
(1) HEMINGWAY, Ernest, París era una fiesta, Editorial Seix Barral, Barcelona, 1979, pág. 34.
(2) Op. cit. pág. 181.
(3) Op. cit. pág. 85.
(4) Op. cit. pág. 20.
(5) Op. cit. pág. 32.
(6) PIVANO Fernanda, Hemingway, Barcelona, Tusquets Editores S.A., pp. 266.
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/torres_carlos/ernest_hemingway.htm#_ftn2

martes, 23 de septiembre de 2014

A través del alma judía: Irène Némirovsky y Víktor Frankl.


Hace unas semanas, intercalaba la lectura de las obras de dos judíos fascinantes: Los perros y los lobos, de la escritora Irène Némirovski y El hombre en busca de sentido, del psiquiatra Viktor E. Frankl. ¿Mera coincidencia? Tal vez. Pero lo que sé es que han sido un complemento muy interesante. Cada libro arrojaba luz sobre el otro, penetrando más profundamente en el alma de ambos escritores: uno, por la vía de la literatura, impregnada de las vivencias de la propia escritora; otro, por la vía de las lecciones humanas, que tras la dura experiencia de un campo de concentración, realiza el psiquiatra. Mientras en Los perros y los lobos me cautivó su bellísima pluma junto con la cruda y humana historia, en el otro, encontré respuestas a muchas preguntas antropológicas, como el modo de afrontar el sufrimiento. 

"El hombre, para colmar sus ansias de plenitud espiritual, necesita no sólo del arte, que nutre su mente de belleza formal- a veces, pura forma sin contenido-, sino también de contenido espiritual- acorde a su naturaleza- que dé sentido a su existencia." Esta frase, que escribí hace unas semanas, da razón de este post: la necesidad de llenar la vida de sentido. Y no sería sincera conmigo misma si sólo me dedicara a hablar de arte y literatura y no de estas cuestiones centrales. Si negáramos esta parte del hombre, caeríamos en la superficialidad y en el vacío existencial. 

Así es que me propuse aprender de la valiosa experiencia de Viktor Frankl, un hombre que estuvo -¡3 años!- en los campos de exterminio nazi, a los que sobrevivió gracias a su forma de afrontar la vida. Un hombre que habiendo experimentado el haber sido despojado absolutamente de todo lo que le importaba- su mujer, sus padres, su obra- y haber sido reducido a un cuerpo sin identidad, no sólo sobrevivió sino que no perdió la fe en el hombre y ha ayudado a infinidad de personas en su consulta, con sus libros y con su ejemplo. Eso sí que es un héroe. 

Víktor Frankl explicando la logoterapia.

En el campo de concentración fue donde perfiló su teoría de la logoterapia -o también llamada la 3ª escuela vienesa de psicoterapia- cuyo fin gira entorno al sentido de la vida. "De acuerdo con la logoterapia, la 1ª fuerza motivante del hombre es la lucha por encontrar un sentido a la propia vida. Por eso hablo yo de VOLUNTAD DE SENTIDO, en contraste con el principio de placer (o VOLUNTAD DE PLACER) en que se centra el psicoanálisis freudiano, y en contraste con la VOLUNTAD DE PODER que enfatiza la psicología de Adler." (1) 

He sacado 3 ideas de su teoría que aquí resumo: 
1. La "intención paradójica" es una técnica usada en la logoterapia basada en esta curiosa dualidad del hombre: por un lado, el miedo atrae lo que se teme (llamado "ansiedad anticipatoria", término muy gráfico) y por otro, -su opuesto- la "hiperintención"- o desear mucho algo-, estorba lo que se desea. La técnica consiste en aplicar los contrarios: ridiculizar las neurosis con la "derreflexión" -es decir, dejando de pensar en ellos- frente a la hiperreflexión.
2. Otra genialidad acuñada es la "noodinámica": creencia en que el hombre necesita para su "salud mental" cierta tensión espiritual. En ella hay 2 polos opuestos: uno, representado por lo que el hombre es (en acto) y el otro, lo que quiere o debe llegar a ser (y es en potencia).
3. Por último, la libertad de elección del hombre. Traigo una explicación profundamente conmovedora del autor: 
   
   "El ser humano no es una cosa más entre las cosas; las cosas se determinan unas a otras; pero el hombre, en última instancia, es su propio determinante. Lo que llegue a ser -dentro de los límites de sus facultades y su entorno- lo tiene que hacer por sí mismo. En los campos de concentración, por ejemplo, en aquel laboratorio vivo, en aquel banco de pruebas, observábamos y éramos testigos de que algunos de nuestros camaradas actuaban como cerdos mientras que otros se comportaban como santos. El hombre tiene dentro de sí ambas potencias; de sus decisiones y no de sus condiciones depende cuál de ellas se manifieste. 
Nuestra generación es realista, pues hemos llegado a saber lo que realmente es el hombre. Después de todo, el hombre es ese ser que ha inventado las cámaras de gas de Auschwitz, pero también es el ser que ha entrado en esas cámaras con la cabeza erguida y el Padrenuestro o el Shema Yisrael en sus labios." (2)
  
En cuanto a Los lobos y los perros, desde las primeras páginas percibí su altísima calidad literaria. Investigando un poco más sobre la vida de su autora, se reconocen muchos aspectos autobiográficos concentrados en la pequeña Ada Sinner, la protagonista. Es una niña muy inteligente y observadora que sufre la soledad en su familia, pues su padre está siempre de negocios y no tiene madre; en la vida real así fue y aunque tenía madre, la trataba como si no fuera su hija y ella la odió siempre. Ada se refugiaba en la pintura; Irène, en la escritura. Es una historia dramática y muy tierna y humana a la vez. Conmueve porque trasluce parte de sus experiencias y la realidad que debían de vivir los judíos, fueran ricos o pobres. 

La vida de Irène era la de una burguesa acomodada, estabilizada desde que se trasladó a París con su familia en 1919. Allí se casó y tuvo dos hijas. En los últimos años de su vida escribió Suite francesa, su obra más célebre. Solamente la historia de su escritura y publicación da para mucho. Irène sabía que su vida iba a acabar de manera trágica por las medidas que se estaban tomando contra los judíos y se dedicó a escribir mucho cada día, en letra minúscula por la escasez de papel. Dejó un baúl a sus hijas con sus obras no publicadas, entre ellas ésta, que no llegó a terminar. Ellas se salvaron de milagro gracias a la audacia de su tutora y muchas peripecias. Años más tarde esos escritos salieron a la luz. Irènee Nemirovski fue una escritora muy valiente y audaz que se sirvió de su pluma para denunciar lo que no le parecía correcto, con crudeza y con arte, dejándonos un legado literario y humano valiosísimo. 


Como broche final, la coincidencia entre estas dos grandes personas no acaba en los libros que fueron protagonistas de mis lecturas por unos días, ni en que fueran ambos judíos. Hay algunas más, como que son prácticamente coetáneos: Irène nace en febrero de 1903 en Kiev; Víktor, en marzo de 1905 en Viena. Ambos pasan por Auschwitz: Iréne, el 17 de julio de 1942, donde desgraciadamente, muere un mes más tarde de tifus; V. Frankl fue recluido en otoño del mismo año, en Theresienstadt y estuvo en Auschwitz dos años más tarde que ella, 1944 (2). En junio de 1941 escribía desilusionada: <<¿Qué me está haciendo este país, Dios mío? Sí, a todos vosotros que me despreciáis, franceses ricos, franceses felices: lo que yo quería era vuestra cultura, vuestra moral, vuestras virtudes, cuanto es más noble que yo, diferente de mí, diferente del lodo en que nací.>> Sobrecoge sólo pensarlo. 


Notas
(1) FRANKL, Víktor E., El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona, 2003, pág. 139.
(2) Íbidem, pág. 184.
(3) Posteriormente, estuvo en otros 2 campos de concentración hasta su liberación el 17 de abril de 1945.
Fuentes 
- Prólogo de NEMIROVSKI, Iréne, Suite francesa, Ediciones Salamandra, 2005. (Tengo un documento con este  prólogo y el de todas las novelas de la escritora, interesantísimos. Me lo piden y se los mando).
- VARGAS LLOSA, Mario, Bajo el oprobio. El País, Madrid, 22 de agosto de 2011, opinión pág. 21.

miércoles, 27 de agosto de 2014

Chopin en la ciudad de la Torre Eiffel.

El 2 de noviembre de 1830, a los 21 años, Chopin se iba de su país natal, Polonia, sin saber que jamás volvería. Viajaba a Viena en la que fue una de las etapas más frustrantes de su carrera. Allí tuvo noticias de las revueltas de sus compatriotas contra la dominación rusa, lo cual le sumió en una profunda melancolía. Por ello y ya que no quería permanecer más tiempo en Viena, se vio obligado a refugiarse en París, ¿pero por qué allí? Aunque su ciudad natal era Varsovia, su padre era francés y se había afincado en Polonia por una oportunidad que se le brindó. Por ello, dominaba el francés y se sentía ligado a este su país paterno. Su formación en Varsovia y la educación refinada de su madre, explican su rápida adaptación a una ciudad tan cosmopolita como la parisina. 

Tras una pequeña odisea, llegó a la ciudad de la Torre Eiffel en septiembre de 1831. Con la carta de recomendación que llevaba del médico de Beethoven, el doctor Malfatti, conoció a compositores destacados como Rossini, Cherubini, Kalkbrenner...En cuanto a sus gustos musicales, no simpatizó con la música de Liszt- que consideraba amanerada y rimbombante- ni la de Berlioz, mas sí con la manera de tocar de Kalkbrenner. Sin embargo, esta baja consideración hacia la música de otros grandes compositores románticos era inversamente proporcional en el sentido contrario.

También le fue presentado Camille Pleyel, el constructor de pianos, descubriendo así sus magníficos teclados, que se convirtieron enseguida en sus preferidos -de hecho, en su viaje a Mallorca llevó un Pleyel-. Él ayudaría a Chopin a organizar, junto con Kalkbrenner, su primer concierto en la ciudad, en la sala Pleyel. Su primera aparición ante el gran público parisino desencadenó en unos pocos meses, la temprana y arrolladora llegada a la cima en el panorama musical. Fue elogiado por Liszt, Mendelssohn, Fétis y más tarde por Schumann, con quien mantuvo una cordial amistad.

Le boulevard St. Denis (ca.1875-1890), Jean Béraud.

Pero no todo fueron elogios, había quien criticaba su manera de tocar, tan alejada de la ferocidad de los virtuosos de entonces como: Liszt, Herz y Tahlberg. Hubo otros muchos que le entendieron y le admiraron: Charles Hallé, contemporáneo suyo dejó la siguiente opinión:
<<(...)Provocaba la sensación de hallarse en presencia de un hombre superior...Hoy en día, cuando la música de Chopin ha pasado a ser propiedad de cualquier niña en edad escolar y cuando apenas si hay un programa de concierto en el que no figure su nombre, resulta difícil darse cuenta de la impresión que produjo en los músicos cuando se publicó por primera vez, y muy en particular cuando era él mismo quien la interpretaba. (...) Ni por un solo instante te parabas a pensar lo perfecta que era su ejecución de esta o aquella dificultad; escuchabas, por así decirlo, la improvisación de un poema y, mientras duraba, permanecías bajo un hechizo.>>

De la mano del príncipe Valentin Radziwill, con quien tuvo un temprano encuentro, fue introducido en la alta sociedad parisina, siéndole presentadas familias tan poderosas como el barón y la baronesa James de Rotschild, quienes le garantizaron una posición económica desahogada. Esto le permitió tocar en sus salones privados, en las <<réunions intimes>>, que prefería indudablemente a los conciertos públicos. Estos rasgos le convirtieron en una figura casi legendaria y poco accesible, al margen absolutamente, de la escuela de virtuosos de París, ávidos de fama y de ocupar los primeros puestos.

La baronesa James de Rotschild, (1848) uno de los cuadros más emblemáticos de Dominique Ingres y sobre el que hablaremos en otro post.

En esa época (1838-1847) mantuvo una relación con la escritora George Sand, de la cual se puede ahondar más aquí. Uno de los pocos conciertos públicos que dio en esos años tuvo lugar en abril de 1841, sobre el cual traigo a colación unas letras epistolares de George Sand de las que rezuman cierta insolencia:
<<(...) apenas había pronunciado el fatídico sí, cuando todo quedó arreglado como por obra de un milagro, y tres cuartas partes de las localidades fueron compradas incluso antes de que el concierto se anunciase. Entonces fue como si se despertara de un sueño, y no hay nada tan divertido como ver a nuestro escrupuloso e irresoluto Chip-Chip obligado a cumplir su promesa.>>

A pesar de llamarle como a un perro, tal era su altivez, le admiraba profundamente. Un año después de conocerle escribía: <<Este Chopin es un ángel; su amabilidad, ternura y paciencia a veces me preocupan, porque me da la sensación que toda su persona es demasiado delicada, demasiado exquisita y perfecta para vivir muchos años una vida tan ordinaria y dura. En Mallorca, cuando estaba enfermo de muerte, compuso una música de la que emanaban efluvios del paraíso; pero estoy tan acostumbrada a verlo en las nubes que es como si no supiera si está vivo o muerto. Él no sabe en realidad en qué planeta vive, y no tiene una noción precisa de la vida tal y como los demás la concebimos y la vivimos.>> (1839). Tienen bastante gracia las últimas frases, que revelan a un Chopin soñador y taciturno, enamorado de la música o en constante "trance" creativo...

La figura del compositor polaco causaba gran sensación por sus modales refinados, su elegancia y la sensibilidad con que tocaba el piano. Su condición de exiliado de un país con tribulaciones le confería un aire misterioso e interesante que aumentaba con su desprecio de la popularidad: <<(...)es imposible negar que ocupa un destacadísimo lugar entre los compositores para el pianoforte del momento actual...En París...sus admiradores lo consideran una especie de Wordsworth musical, en la medida en que desdeña la popularidad y escribe exclusivamente de acuerdo con sus propios raseros de excelencia.>> (comenta con cierto recelo un crítico de la época).


Calle de París, día lluvioso (1877), Caillebote.

Él mismo nos ha dejado escritas las impresiones de su estancia en esta hermosa ciudad:
<<Llegué a París bien, aunque me costó muchísimo y me encantó todo lo que encontré. Dispongo de los mejores músicos y de la mejor ópera del mundo...Aquí se concentran el esplendor más absoluto, la mayor suciedad, la virtud más elevada y el vicio más rastrero. 
(...)He llegado hasta aquí llevado por el viento. Se respira suavidad, pero quizá sea por esto que se suspira mucho. París es todo lo que uno quiere. En París uno puede divertirse, enfadarse, reír, llorar, hacer todo lo que desee. Nadie te dedica una mirada, pues hay millares de personas que hacen lo mismo y cada una a su manera...>>

La última aparición de Chopin en un escenario de París fue en febrero de 1848. Ese mes el rey Felipe había sido destituido y la vida que conocía cambió por completo. Estaba debilitado por su larga enfermedad y apesadumbrado por estos cambios llevándole al poco al final de sus días el mes de octubre de 1849 dejando una larga estela uno de los más grandes compositores románticos.


Bibliografía
TEMPERLEY, Nicholas, Chopin. Muchnik, 1987.

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La intelectual y vanguardista George Sand

sábado, 9 de agosto de 2014

La intelectual y vanguardista George Sand.

Retrato de George Sand, Alfred de
Musset (1833). 
Hace poco me terminé un libro que me habían recomendado: Un invierno en Mallorca de George Sand. No es el tipo de libros que suelo leer, pues no es novela, sino una relación- aunque escrita de forma literaria- sobre el viaje que la escritora francesa realizó a esta isla el invierno de 1838. Iba en busca de un clima saludable para su hijo Maurice, que había padecido algunos ataques reumáticos, por recomendación de un matrimonio amigo, los Marliani (él, escritor francés y ella, española), y el ministro Mendizábal (amistad que me ha llamado la atención y que explica algunas reflexiones que sobre él hace).

Me gusta leer los libros sin un conocimiento exhaustivo previo para sacar así mis propias conclusiones y saborear los descubrimientos que vaya haciendo- como perlas encontradas-, mucho más apasionante que ahogarse en las aburridas y monográficas enciclopedias, a mi entender. Al abordar un tema, lo que más me interesa es encontrar las relaciones que hay entre artistas, las diversas artes o la historia. Entender que todo está relacionado nos hace la realidad deliciosamente sencilla, como es y comprensible. Al fin y al cabo, Dios es el Ser Simplicísimo (1).

Poco sabía de esta escritora, mas que era una mujer muy moderna y que había tenido una relación con Chopin. Su verdadero nombre era Amandine Aurore  Lucile Dupin, baronesa Dudevant (París, 1804- Nohant, 1876). Su carácter fuerte, en contraste con el de aquél, le ayudó a salir adelante. Era una mujer rompedora, de espíritu libre y un fino arte literario. Vestía con pantalones en una época en la que importaban tanto los códigos sociales, a excepción de las reuniones sociales. Por ello, perdió parte de los privilegios como baronesa, aunque como contrapartida, podía acudir a lugares vedados a las mujeres de su clase. Sus relaciones eran apasionadas y liberales. Tuvo muchos amantes, como Jules Sandeau- de quien tomó su seudónimo Sand- Alfred de Musset, etc. Su círculo de amigos lo componían la élite intelectual, nada menos que: Honoré Balzac, F. Liszt, Delacroix, Jules Verne, Heine, Victor Hugo y Flaubert.

Antes de conocer a G. Sand, Chopin había estado a punto de casarse con María Wodzinska, el gran amor de su vida. La boda no fue autorizada por los padres de la novia y dejó en él una amarga huella que transmitiría a través de su piano. De esta relación tengo un libro muy pequeñito que encontré en una librería de viejo muy del gusto decimonónico titulado El gran amor de Chopin, de Regina Flavio (1942). Sólo lo he hojeado y parece interesante, pues salen otros compositores de la época. Cuenta que su amigo Liszt había conocido a G. Sand y le había informado de su aspecto semi-varonil y Chopin no tenía ninguna intención de conocerla. Pero acaba el libro con el relato del día de su primer encuentro, en el verano de 1836:

"Aquella tarde, sentada cerca del piano, contemplaba estática al concertista una mujer de ojos profundamente negros, a quien había llevado a casa de Chopin por primera vez el amigo de ambos, Franz Liszt. Se llamaba Aurore Dupin, y era conocida en el mundo de las letras, de que era astro rutilante, con el seudónimo de George Sand. El destino señalaba una nueva ruta a F. Chopin."

De este encuentro, Chopin escribió en una carta: "Hoy he conocido a una gran celebridad, madame Dudevant, conocida como George Sand. Su apariencia no es agradable. De hecho hay algo en ella que indudablemente me repele. ¡Qué persona más falta de atractivo! ¿Es realmente una mujer? Me inclino a dudarlo...". Ella acababa de divorciarse de su marido Casimir Dudevant. Chopin al poco cayó enfermo de tuberculosis (aunque no lo sabrá hasta mucho más tarde) y ella comenzó a visitarle, surgiendo de ahí una profunda amistad que tornaría en amor. La relación, tildada por algunos de maternofilial, duró nueve años.

Retrato de Chopin y de George Sand, Delacroix, 1838.  

Cuando realizaron el viaje a Mallorca, en 1938, Chopin y Sand ya vivían juntos y se llevaron consigo a los hijos de ella. Pensaron que ese clima también sería favorable para la enfermedad de Chopin, aunque lejos de ello, empeoró por el clima húmedo y las lluvias torrenciales. El viaje a una isla "paradisíaca" fue para esta familia una mala experiencia a causa de esta circunstancia que agravaba una serie de contradicciones que tuvieron en la isla.

Quien no sepa que George Sand es un seudónimo masculino (para poder publicar), le chocará que la escritora haga referencia a sí misma como si de un hombre se tratara. La graciosa pluma de George Sand, aunque con suma elegancia y respeto, fue un tanto mordaz con los mallorquines. El libro es muy variado: presenta desde un análisis de la economía de la isla, sus habitantes, su arquitectura y geografía hasta la narración de excursiones y experiencias tenidas y un relato que me encantó, inspirado en las ruinas del Convento de Santo Domingo. Este relato es interesantísimo y viene como consecuencia de las reflexiones que hace acerca de la Desamortización de Mendizábal, a quien califica de héroe porque sacrificó algo necesario para el progreso de la nación a pesar de no ser entendido, pues no buscaba su provecho. Su visión desde el punto de vista de una intelectual francesa de este hecho histórico me ha abierto los ojos y merece la pena tenerla en cuenta.

Postal de George Sand escuchando a
Chopin
, Adolf Karpellus.
Es curioso que nunca nombre a Chopin, aunque quien conoce la historia siente una gran emoción cuando se hace una vaguísima referencia a él. Por ejemplo, cuenta los problemas que tuvieron para traer el piano Pleyel (de Chopin, claro), pues querían aprovecharse de ellos cobrándoles una barbaridad. O, en otra ocasión, dice de un rudo obrero que trabajó para ellos en la Cartuja de Valldemosa: "Abandonaba su trabajo y venía a colocarse detrás de la silla del ejecutante, con la boca entreabierta y los ojos desorbitados." A pesar de su estado, Chopin compuso la mayoría de sus Preludios, la Polonesa en Do menor, op. 40, o la Mazurca en Mi menor, op. 41 nº 2, entre otras. 



Polonesa C menor op. 40, nº 2, Chopin interpretada por Maurizio Pollini.

En cuanto a los paisajes y el clima, son exaltados por esta escritora romántica. No puedo por menos de hacer mención a la pintura, pues esta isla ha sido codiciada desde inicios del siglo XX (antes era poco accesible) por pintores como Hermen Anglada Camarasa, Joaquín Mir, Santiago Rusiñol y otros que venían atraídos por la insólita belleza del municipio de Pollença. De este pequeño libro deduzco una mente brillante y aguda, muy sensible a la belleza. Como mujer, me he sentido enorgullecida por el valor de George Sand que, en una época donde era difícil ser más que una simple dama, se hizo valer, no con reivindicaciones feministas simplistas, sino con su propio arte.

Camarasa (Pollença).
Camarasa (Pollença).
Torrent de Pareis (Mallorca), Rusiñol.

(1) DE HIPONA, San Agustín, La ciudad de Dios, Imprenta real, Madrid, 1797, Tomo II, capítulo X.
- Otros posts de mujeres relevantes: Irène Némirovsky.

sábado, 28 de junio de 2014

A propósito de Tchaikovski y Wagner II: La premiere del "Anillo del Nibelungo".

Tras haber hablado de la construcción del Festpielhaus paso a la parte más jugosa: su inauguración.  El 13 de agosto de 1876 comenzaba el festival en donde se estrenó la colosal Tetralogía wagneriana. Allí acudieron artistas y amantes del arte de muchos países: Alemania, Francia, Suiza, Dinamarca, Bélgica, Inglaterra, España y Rusia. Entre ellos no podía faltar Wagner, que estaba de muy mal humor esos días; su protector el rey Luis II de Baviera, a quién no veía en ocho años; el joven Nietzsche; el resplandeciente Liszt y otros personajes como Matilde Wesendonk, Judith Gautier, Eduardo Schuré, el pintor Pecht, Pusinelli...

El Festspielhaus de Wagner en Bayreuth el 13 de agosto de 1876, día de su inauguración / Dibujo en acuarela en el Museo Wagner de Bayreuth.
También acudió una cincuentena de directores de orquesta y la más alta sociedad del momento: reyes, duques, príncipes, el emperador de Rusia y de Brasil. El acontecimiento fue cubierto por una legión de corresponsales de periódicos. Y podemos preguntarnos: en esa aparatosa multitud, ¿qué hacía el huidizo Tchaikovski? En esos momentos en los que la música no le daba para vivir- y no fue así hasta que conociera a Nadjeshda von Meck o más bien ella reparase en él- tuvo varios trabajos, como el de corresponsal oficial de Noticias Moscovitas, que le llevó a Bayreuth. 

En él dejó escritas, a pesar de que su espíritu estaba muy lejos, interesantes descripciones como la siguiente: <<La ciudad tenía un aspecto insólitamente animado. Connacionales y forasteros, llegados de los cuatro puntos cardinales, corrían a la estación para presenciar la llegada del emperador Guillermo. Pude observarlo desde la ventana de una casa vacía. Una pareja de uniforme resplandeciente a la cabeza, luego una procesión de música del Teatro wagneriano con su director Hans Richter, más tarde la figura alta y sutil y la bella cabeza encanecida del abad Liszt, que tanto me había impresionado en los retratos dispersos por todo el mundo; y por último, una elegante carroza, un hombrecillo de nariz acusadamente aquilina y de labios delgados e irónicos, que caracterizaban al promotor de todas estas festividades cosmopolitas y artísticas. Richard Wagner...¡qué satisfacción debe de experimentar este hombre, que, al fin, ha triunfado sobre todos los obstáculos y que, con la potencia de su voluntad y de su genio, ha logrado ver realizado su sueño más audaz!>>.

De camino al Festpielhaus, Bayreuth (postal de la época). 

La pequeña ciudad, que había sido pavimentada para la ocasión, no estaba preparada para acoger a tal cantidad de gente. No cabía un alma más en los hoteles y hasta en las casas particulares ofrecían alojamiento. Habían instalado unos grandes restaurantes junto al teatro pero no eran suficientes y la comida se convirtió en el tema de conversación favorito. Dice Tchaikovski: << (...) más se oía hablar de costados y patatas fritas que de los "leitmotivs" de Wagner...>>.

El ritual de esos días consistía en una peregrinación hacia el teatro a las tres de la tarde. Las representaciones de La Walkiria, Sigfrido y El crepúsculo de los Dioses, precedidas por una charanga,  empezaban a las cuatro y duraban nada más y nada menos que hasta las diez de la noche. <<Las lámparas de gas se apagaron de improviso, todo el teatro cayó en la oscuridad más profunda y de la orquesta, invisible, se elevaron las bellas sonoridades del preludio. El telón se levantó y comenzó la representación...>>.

La Valkiria (El anillo del Nibelungo), Wagner.

La acogida de las representaciones fue progresivamente más cálida hasta el triunfo, el último día, de El crepúsculo de los Dioses. Tchaikovski, que calificaba a Wagner como <<el más famoso de los compositores vivos>>, no conectó sin embargo con la Tetralogía, que le había dejado física y espiritualmente exhausto. La razón de esto podía ser debido a las acusadas diferencias de raza, temperamento y mentalidad entre ambos compositores. Necesitaba escucharla más veces para poder valorar una obra de tales dimensiones, por lo que sólo pudo decir al respecto que sus intérpretes eran excepcionales  y que había quedado impresionado ante <<las innumerables y variadas bellezas, sobre todo de carácter sinfónico>>. De este arduo viaje se llevó dos ideas claras: la grandeza de la concepción de esta magna obra, innegable incluso para los sordos, y el talento y la técnica sobresalientes del <<compositor poeta>>.


-TIBALDI CHIESA, María, Tchaikovski. Lauro, Barcelona, 1962, pp. 73-76.
- Otros post de compositores: Chopin, Mahler.

martes, 24 de junio de 2014

A propósito de Tchaikovski y Wagner I: El Festpielhaus.


Corría el año 1876, el mismo en que conoció a Tolstoi, y el joven compositor ruso se reunía con una importante pléyade de músicos y personalidades con ocasión de la la premier de la tetralogía El Anillo del Nibelungo (Der Ring des Nibelungen) que tenía lugar en la inauguración del nuevo teatro Festpielhaus de Bayreuth construido para la ocasión. Pero antes de hablar de este importante acontecimiento es necesario entender la urdimbre místico-filosófica que subyace en este gran proyecto que llevó a cabo Richard Wagner.

Wagner, como Hegel y Nietzsche, admiraba la época helenística pues, como dice Hegel, era una época feliz donde convivían expresión artística y vida social en perfecta armonía y  las artes se fusionaban en su máximo exponente artístico: la tragedia ática, referente musical e ideológico de Wagner. Con su drama musical, concebido como obra de arte total (Gesamtkunstwerk) el compositor alemán retoma la integración de las artes dando un giro así a la ópera romántica, que yuxtaponía la palabra a la música. De esta manera, resucitó también la primitiva unión de las fuerzas apolíneo-dionisíacas, que convivían en esa idílica etapa helenística.


Como acontecimiento escénico, el drama musical distaba mucho de la ópera decimonónica.  Mientras aquél era un acto social de lucimiento de las clases burguesas, éste era concebido como un festival escénico sagrado (Bühnenweihfestpiel). Incluso, se desarrollaba en un tiempo sagrado, simbolizado por el tiempo circular del mito. Las representaciones, precedidas por una peregrinación, se llevaban a cabo anualmente en el Festpielhaus de Bayreuth. Por último, a través de su música, Wagner pretendía no ya el disfrute del público sino su transformación, quien, para sintonizar con ella, necesitaba de la visibilidad de la escena.

El concepto de arte total le llevó a construir un lugar idóneo donde llevar a cabo este festival sagrado y que fuera el continente perfecto de sus ideas renovadoras. Por ello, Wagner ha constituido una figura central de la arquitectura teatral del s.XIX, que le llevó a la evolución del diseño de salas de música de Alemania en colaboración con el arquitecto. Produjo una escisión con los teatros operísticos al uso, dando lugar a un público y modos de escenificación nuevos. Con ello, el teatro all'a italliana se ve modificado añadiendo una nueva tipología, continental, que se emplea en muchas salas de Europa y América

De izquierda a derecha: planta del Festpielhaus (modelo continental), de Otto Brückwald y de la ópera de París, de Garnier, inaugurada un año antes, en 1875 (modelo all'italiana).

El primer proyecto lo realizó Gottfried Semper en 1865 y estaba pensado para la ciudad de Munich, pero se desechó por su colosalismo. En él se basó Otto Brückwald al retomar el proyecto. En un principio iba a tener un carácter experimental, para resolver problemas acústicos y las teorías wagnerianas. Sin embargo, el rey Luis II de Baviera, su protector, quiso que fuera definitivo y monumental (1).



Wagner, al igual que había encontrado en Grecia la unión perfecta de la poesía y de la música, en ella encontró también el modelo para su teatro: el inmenso anfiteatro al aire libre empotrado en la falda de una colina, dividido en dos secciones concéntricas por un pasillo semicircular (diazoma) terminado en dos colosales estatuas, fue el punto de partida.

Algunas novedades del modelo de teatro del Festpielhaus de Bayreuth: 
  • Toda la zona del público es un patio de butacas extendido en abanico y sin pasillos con rígidos asientos de madera. La platea forma un anfiteatro inclinado como el teatro griego, aunque menos inclinado.
  • El escenario ocupa mucho más espacio que la zona del público por el despliegue escénico que requerían sus obras.
  • De una planta en herradura se pasa a planta en abanico, que permite una mejor visión del escenario al igual que una democratización del público, acorde con sus ideales sociales y reserva muy pocas zonas dedicadas al recreo.
  • La colocación de la orquesta en un foso invisible cubierto por una concha para no ensombrecer las voces.

                                      
Con todo esto se logró crear un espacio mágico, en el que la música suena desde la lejanía, por la peculiar sonoridad que le da la concha. Este efecto se agudiza al atenuar las luces de gas al empezar la función, innovación igualmente del compositor, concentrando así todas las miradas en la escena.


Notas
(1) En la actualidad presenta algunos cambios: la fachada ha sido remodelada a finales de los 50, cambiando los originales materiales de madera y ladrillo por vigas de hormigón con ladrillos insertos. El escenario fue ligeramente agrandado entre 1924 y 1925 para poder acomodar los decorados corpóreos, que sustituían los telones pintados. Por último, una estructura de hormigón armado y acero se instaló entre 1958 y 1968 para sustituir las viejas vigas de madera.

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Bibliografía
ARREGUI, J.P, Los arbitrios de la ilusión: los teatros del XX, pp. 66-123 Publicaciones de la Asociación de Directores de Escena de España, Madrid, 2009
GAVILÁN, Enrique, Otra historia del tiempo: la música y la redención del pasado. Ediciones Akal, Madrid, 2008.
GÓMEZ PIÑOL, E, La ópera y la integración de las artes, en TRUJILLO RODRÍGUEZ, Farmacopea, enfermedad y muerte en la ópera, Universidad de Huelva, Huelva, 1998.
NIETZSCHE, Friedrich. El Eterno retorno ; Así habló Zaratustra ; Más allá del bien y del mal. Aguilar, Argentina, 1974.
PASCUA FEBLES, Isabel y MAURICIO SUBIRANA, Sonia, Ensayo sobre la obra musical y estética de Richard Wagner: libro homenaje a Rafael Nebot. Universidad, Vicerrectorado de Cultura y Deportes, Servicio de Publicaciones y Difusión científica Aula Wagner y de Estudios Estéticos, Las Palmas de Gran Canaria, 2010.

www.archivowagner.info