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lunes, 27 de octubre de 2014

Mahler y Alma: La historia de dos sufrimientos.

Mi deseo de conocer más acerca de Mahler me ha llevado al hallazgo de un testimonio de primera mano inigualable: el de su esposa, Alma Mahler. El libro se titula "Gustav Mahler: recuerdos y cartas" (1). Me dio una gran alegría conocer su existencia, pues ya me había encantado la biografía del grandísimo Bach escrita por su mujer (de la que hablaré más adelante) y no creía que esa suerte pudiera repetirse. La relación entre Alma y Gustav Mahler ha estado teñida de muchos comentarios no muy acertados, tanto en vida como ahora. Creo que no se ha comprendido suficientemente bien lo que supuso su unión, en la que no todo era de color de rosa pero tampoco negro como el carbón. La gente es muy dada a opinar sin saber o a basarse en fuentes de terceros, con las verdades ya marchitas por el excesivo reciclaje. Por eso aquí hablaré de ello en base a las palabras sinceras de Alma -que escribió con la perspectiva de los años y el apoyo de su diario-, que nos ha humanizado la visión de ese gran Orfeo de Mahler.

Alma Schindler (Viena, 1879- Nueva York, 1964) era hija del pintor Emil Jakob Schindler. Se crió en un ambiente artístico privilegiado y trató con innumerables artistas de la época. Era alumna de composición de Alexander von Zemlimsky y había compuesto algunas canciones muy buenas. El 9 de noviembre de 1901, con 22 años, fue invitada a una cena en casa de sus amigos los Zuckerland en la que estaban invitados Mahler, el pintor G. Klimt y Max Burckhard- director del Burgtheater y poeta-. A ella le intimidaba la presencia de Mahler, de quien se habían corrido falsos escándalos por su condición de judío. Pero finalmente acudió por sus amigos Klimt y Burckhard. Mahler era el director de la Filarmónica de Viena- más tarde lo sería de la Ópera-. Tenía un enorme prestigio como tal y su persona ejercía gran fascinación. Alma, cuya belleza e inteligencia era sobradamente apreciada por todos, tomó como escudo una actitud indolente hacia él. Pero Mahler  no dejó de observarla en toda la noche y pronto, atraídos el uno por el otro, comenzaron a discutir sobre música. "Hacía largo rato que nos habíamos apartado del resto, o ellos nos habían dejado solos. Había alrededor nuestro ese círculo mágico que pronto encierra a quienes se han encontrado mutuamente." Al día siguiente le había invitado a un ensayo de la Filarmónica junto con otras damas que se unieron. Él le quitó el abrigo a Alma y omitió hacerlo con el resto. Mahler ya estaba enamoradísimo: "- Frau Schindler, ¿cómo durmió usted?
- Perfectamente. ¿Por qué?
- Yo no pegué ojo en toda la noche."


A la mañana siguiente le había enviado unos versos suyos de manera anónima y ella supo que eran de él. Todavía era joven e ingenua, se llevaban 19 años. "Su grandeza interior, me era casi desconocida en ese momento. Sin embargo, me inquietaba una sensación de temor reverente ante su extraordinario genio que amenazaba con alterar mi serenidad." En las siguientes semanas se  encontraron en la ópera donde conoció a la madre de Alma, que le reverenció hasta el final de sus días. "Nos separamos muy alegres, con la sensación de que algo grande y hermoso había sobrevenido en nuestras vidas." Al poco, Mahler le habló de casarse. Él estaba decidido, aunque ella a penas dijo palabra en esa fugaz conversación. "Después de haberle dejado que me besara sin desearlo realmente y que apresurara la boda sin siquiera haberlo pensado, me di cuenta de que tenía razón en ambas cosas y que ya no podría vivir sin él. Sentí que sólo él podría dar sentido a mi vida y que estaba, con mucho, por encima de todo hombre que yo hubiese conocido." Los amigos de Alma no aprobaban esa unión, entre otras cosas por ser judío, pero también porque vaticinaban que le haría sombra... y así fue. 

Mahler tenía que viajar constantemente con la Filarmónica y en esos viajes, que se le hacían penosos por la lejanía de Alma, le escribía constantemente. En una de esas ocasiones, ella tenía que terminar una composición muy importante para ella y le escribió diciendo que no podría escribirle más ese día. Él se enfadó muchísimo y le prohibió por carta que compusiera, aunque en seguida rebajó sus exigencias en la siguiente carta. Ella lloró amargamente pero finalmente aceptó. "Enterré mis sueños, y quizá fue mejor así. Ha sido mi privilegio dar a mis dotes creadoras otra vida en espíritus mayores que el mío. Pero sentí mi alma transida y la herida nunca se curó." En muchas ocasiones hace referencia al sacrificio que ella hacía de su vida para Mahler, del que él no se daba cuenta, aunque ella estaba orgullosa de poder servir para su obra y permitirle componer. Vivían en habitaciones separadas, ella se encargaba de que no hubiera ningún ruido mientras él componía y le pasaba las partituras orquestales a piano. Desde luego es impagable ese sacrificio callado, esa abnegación total de su persona por el arte de su marido, a quien amaba.

El 9 de marzo de 1902 se casaron con Alma embarazada. Desde entonces ella notó un giro en la actitud de él, que le trataba como un profesor estricto. Intentaba imponerle su visión negativa de todas las cosas que él consideraba supérfluas: vestidos, vanidad, viajes... Entendió más tarde que Mahler tenía celos de su juventud y belleza y quería asegurársela para él. Por su parte, Alma estaba celosa de su pasado. Parece ser que Alma más que nada comenzó admirándole como compositor. Más tarde le amó, si cabe decirlo, también por su persona. Pero una vez le dijo a Mahler que lo que amaba de un hombre eran sus realizaciones... Alma sentía al principio una gran inseguridad e inferioridad que podría haber curado con su música y lo llevaba como una carga. Mahler la amaba, pero con su trabajo le había descuidado, pues trabajaba infatigablemente entre sus composiciones y el trabajo en la Ópera de Viena.

En cuanto a Mahler, no podía ser de otra manera. Su aparente egoísmo no era tal, pues no le importaba él sino su obra. Su forma de ser era difícil, pero fruto de su genialidad no fingida. Tenía un carácter muy fuerte, violento e intransigente aunque también muy dulce. Su ingenuidad y despreocupación total por el mundo llegaron a ser muy embarazosas para Alma, aunque también podía resultar cómico. Tenía muchas extravagancias que llevaron a muchas cenas incómodas, como una en la que una cantante invitada quería interpretarle una pieza y Mahler, al poco de empezar, se marchó furioso. También solía levantarse varias veces en las cenas en casa de desconocidos porque se aburría. Se sentían mucho mejor en familia y con los amigos cercanos. 

Un suceso que les marcó profundamente fue la muerte de su hija mayor en 1907. En esa ocasión, el doctor prescribió reposo a Alma porque estaba fatigada y Mahler, a modo de guasa, le dijo que le mirara a él también. La respuesta fue un mazazo: le dijo que su corazón no estaba nada bien. Su dolor les separó por esa temporada, fue el principio del fin y Mahler estuvo ensombrecido aún más por esta noticia. Su amor vio renacerse sin embargo, en algunas ocasiones que Mahler despertaba del letargo y tenía detalles enternecedores con Alma. Pasaron juntos un bache en 1910. Alma había estado recuperándose de su fatiga en un sanatorio, donde conoció a Walter Gropius, que le cayó muy simpático. Sus halagos le complacieron porque reavivaron la confianza en sí misma, pero se marchó porque "no deseaba en modo alguno cambiar mi vieja vida por una nueva". Al poco él le escribió una carta de declaración de amor que estaba dirigida a Mahler (no se sabe si por error o como petición de mano). Se sinceraron por primera vez y recurrieron a la madre de Alma para que les ayudara. Esos días sólo paseaban y lloraban juntos. "Después de poner al desnudo las causas de nuestro alejamiento con la mayor honestidad, me sentí más segura que nunca de que no podría abandonarle. Cuando se lo dije, su rostro se transfiguró. Su amor se convirtió en éxtasis. No podía separarse de mí ni por un segundo." Sin embargo, ella se dio cuenta de que su matrimonio no era un matrimonio de verdad... Alguien le había dicho una vez: "te has casado con un hombre que no es un hombre, es una abstracción." El pobre Mahler sintió mucha inseguridad y celos a raíz de este suceso y al poco acudió a Freud, quedándose más tranquilo. Se dio cuenta por primera vez de que "algo se debe a la persona con la que se ha unido la propia vida" y comenzó a interesarse por las antiguas canciones de su esposa. Un día tocándolas al piano y se dio cuenta de que eran muy buenas y de que había sido muy ciego y egoísta, tal como se lo hizo saber a Alma. Quería que se publicaran y le pidió que compusiera nuevamente...

Úlmtima hoja de la 10ª sinfonía. Dice: "Für dich leben! für dich sterben”! que significa: por ti vivo, por ti muero. Al final pone: “Almschi”, el apelativo con que llamaba a Alma. 

Su relación era muy conmovedora. Mahler necesitaba a esta delicada joven y ella a él también. Alma le cuidó durante su enfermedad no separándose apenas de él. No podía soportar su vida sin él y soñaban con vivir una vida tranquila después de que se recuperase. Ella le dijo "- Cuando estés bien nuevamente, ya habré tenido bastante de sufrimientos. ¿Recuerdas que cuando me conociste pensaste que yo era demasiado feliz? Ya he sufrido bastante. No necesito más castigo. Viviremos una vida despreocupada y feliz.- Sonrió tiernamente y me acarició los cabellos. - Sí, tienes razón. Si Dios quiere que yo mejore, aún podemos ser felices." Cuenta Alma que la belleza de Mahler en sus últimos días era asombrosa y que ella le decía: "Hoy, eres Alejandro el Grande". "En los últimos días exclamó <<¡Mi Almschi!>> cientos de veces, con una voz, un tono, que nunca había oído antes y nunca he vuelto a oír desde entonces. Y al escribir ahora estas palabras, no puedo refrenar mis lágrimas." Él estuvo con una grandeza de ánimo conmovedoras, tenía paz cuando nunca la había encontrado en toda su vida. Lo último que dijo, con ojos asombrados y sonriente, fue "¡Mozart!" dos veces. Y pensar que se encontró con él y con todos los compositores que admiraba...¡es sobrecogedor!


Notas
(1) MAHLER, Alma, Gustav Mahler: recuerdos y cartas. Taurus, Madrid, 1986.

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sábado, 9 de agosto de 2014

La intelectual y vanguardista George Sand.

Retrato de George Sand, Alfred de
Musset (1833). 
Hace poco me terminé un libro que me habían recomendado: Un invierno en Mallorca de George Sand. No es el tipo de libros que suelo leer, pues no es novela, sino una relación- aunque escrita de forma literaria- sobre el viaje que la escritora francesa realizó a esta isla el invierno de 1838. Iba en busca de un clima saludable para su hijo Maurice, que había padecido algunos ataques reumáticos, por recomendación de un matrimonio amigo, los Marliani (él, escritor francés y ella, española), y el ministro Mendizábal (amistad que me ha llamado la atención y que explica algunas reflexiones que sobre él hace).

Me gusta leer los libros sin un conocimiento exhaustivo previo para sacar así mis propias conclusiones y saborear los descubrimientos que vaya haciendo- como perlas encontradas-, mucho más apasionante que ahogarse en las aburridas y monográficas enciclopedias, a mi entender. Al abordar un tema, lo que más me interesa es encontrar las relaciones que hay entre artistas, las diversas artes o la historia. Entender que todo está relacionado nos hace la realidad deliciosamente sencilla, como es y comprensible. Al fin y al cabo, Dios es el Ser Simplicísimo (1).

Poco sabía de esta escritora, mas que era una mujer muy moderna y que había tenido una relación con Chopin. Su verdadero nombre era Amandine Aurore  Lucile Dupin, baronesa Dudevant (París, 1804- Nohant, 1876). Su carácter fuerte, en contraste con el de aquél, le ayudó a salir adelante. Era una mujer rompedora, de espíritu libre y un fino arte literario. Vestía con pantalones en una época en la que importaban tanto los códigos sociales, a excepción de las reuniones sociales. Por ello, perdió parte de los privilegios como baronesa, aunque como contrapartida, podía acudir a lugares vedados a las mujeres de su clase. Sus relaciones eran apasionadas y liberales. Tuvo muchos amantes, como Jules Sandeau- de quien tomó su seudónimo Sand- Alfred de Musset, etc. Su círculo de amigos lo componían la élite intelectual, nada menos que: Honoré Balzac, F. Liszt, Delacroix, Jules Verne, Heine, Victor Hugo y Flaubert.

Antes de conocer a G. Sand, Chopin había estado a punto de casarse con María Wodzinska, el gran amor de su vida. La boda no fue autorizada por los padres de la novia y dejó en él una amarga huella que transmitiría a través de su piano. De esta relación tengo un libro muy pequeñito que encontré en una librería de viejo muy del gusto decimonónico titulado El gran amor de Chopin, de Regina Flavio (1942). Sólo lo he hojeado y parece interesante, pues salen otros compositores de la época. Cuenta que su amigo Liszt había conocido a G. Sand y le había informado de su aspecto semi-varonil y Chopin no tenía ninguna intención de conocerla. Pero acaba el libro con el relato del día de su primer encuentro, en el verano de 1836:

"Aquella tarde, sentada cerca del piano, contemplaba estática al concertista una mujer de ojos profundamente negros, a quien había llevado a casa de Chopin por primera vez el amigo de ambos, Franz Liszt. Se llamaba Aurore Dupin, y era conocida en el mundo de las letras, de que era astro rutilante, con el seudónimo de George Sand. El destino señalaba una nueva ruta a F. Chopin."

De este encuentro, Chopin escribió en una carta: "Hoy he conocido a una gran celebridad, madame Dudevant, conocida como George Sand. Su apariencia no es agradable. De hecho hay algo en ella que indudablemente me repele. ¡Qué persona más falta de atractivo! ¿Es realmente una mujer? Me inclino a dudarlo...". Ella acababa de divorciarse de su marido Casimir Dudevant. Chopin al poco cayó enfermo de tuberculosis (aunque no lo sabrá hasta mucho más tarde) y ella comenzó a visitarle, surgiendo de ahí una profunda amistad que tornaría en amor. La relación, tildada por algunos de maternofilial, duró nueve años.

Retrato de Chopin y de George Sand, Delacroix, 1838.  

Cuando realizaron el viaje a Mallorca, en 1938, Chopin y Sand ya vivían juntos y se llevaron consigo a los hijos de ella. Pensaron que ese clima también sería favorable para la enfermedad de Chopin, aunque lejos de ello, empeoró por el clima húmedo y las lluvias torrenciales. El viaje a una isla "paradisíaca" fue para esta familia una mala experiencia a causa de esta circunstancia que agravaba una serie de contradicciones que tuvieron en la isla.

Quien no sepa que George Sand es un seudónimo masculino (para poder publicar), le chocará que la escritora haga referencia a sí misma como si de un hombre se tratara. La graciosa pluma de George Sand, aunque con suma elegancia y respeto, fue un tanto mordaz con los mallorquines. El libro es muy variado: presenta desde un análisis de la economía de la isla, sus habitantes, su arquitectura y geografía hasta la narración de excursiones y experiencias tenidas y un relato que me encantó, inspirado en las ruinas del Convento de Santo Domingo. Este relato es interesantísimo y viene como consecuencia de las reflexiones que hace acerca de la Desamortización de Mendizábal, a quien califica de héroe porque sacrificó algo necesario para el progreso de la nación a pesar de no ser entendido, pues no buscaba su provecho. Su visión desde el punto de vista de una intelectual francesa de este hecho histórico me ha abierto los ojos y merece la pena tenerla en cuenta.

Postal de George Sand escuchando a
Chopin
, Adolf Karpellus.
Es curioso que nunca nombre a Chopin, aunque quien conoce la historia siente una gran emoción cuando se hace una vaguísima referencia a él. Por ejemplo, cuenta los problemas que tuvieron para traer el piano Pleyel (de Chopin, claro), pues querían aprovecharse de ellos cobrándoles una barbaridad. O, en otra ocasión, dice de un rudo obrero que trabajó para ellos en la Cartuja de Valldemosa: "Abandonaba su trabajo y venía a colocarse detrás de la silla del ejecutante, con la boca entreabierta y los ojos desorbitados." A pesar de su estado, Chopin compuso la mayoría de sus Preludios, la Polonesa en Do menor, op. 40, o la Mazurca en Mi menor, op. 41 nº 2, entre otras. 



Polonesa C menor op. 40, nº 2, Chopin interpretada por Maurizio Pollini.

En cuanto a los paisajes y el clima, son exaltados por esta escritora romántica. No puedo por menos de hacer mención a la pintura, pues esta isla ha sido codiciada desde inicios del siglo XX (antes era poco accesible) por pintores como Hermen Anglada Camarasa, Joaquín Mir, Santiago Rusiñol y otros que venían atraídos por la insólita belleza del municipio de Pollença. De este pequeño libro deduzco una mente brillante y aguda, muy sensible a la belleza. Como mujer, me he sentido enorgullecida por el valor de George Sand que, en una época donde era difícil ser más que una simple dama, se hizo valer, no con reivindicaciones feministas simplistas, sino con su propio arte.

Camarasa (Pollença).
Camarasa (Pollença).
Torrent de Pareis (Mallorca), Rusiñol.

(1) DE HIPONA, San Agustín, La ciudad de Dios, Imprenta real, Madrid, 1797, Tomo II, capítulo X.
- Otros posts de mujeres relevantes: Irène Némirovsky.

sábado, 28 de junio de 2014

A propósito de Tchaikovski y Wagner II: La premiere del "Anillo del Nibelungo".

Tras haber hablado de la construcción del Festpielhaus paso a la parte más jugosa: su inauguración.  El 13 de agosto de 1876 comenzaba el festival en donde se estrenó la colosal Tetralogía wagneriana. Allí acudieron artistas y amantes del arte de muchos países: Alemania, Francia, Suiza, Dinamarca, Bélgica, Inglaterra, España y Rusia. Entre ellos no podía faltar Wagner, que estaba de muy mal humor esos días; su protector el rey Luis II de Baviera, a quién no veía en ocho años; el joven Nietzsche; el resplandeciente Liszt y otros personajes como Matilde Wesendonk, Judith Gautier, Eduardo Schuré, el pintor Pecht, Pusinelli...

El Festspielhaus de Wagner en Bayreuth el 13 de agosto de 1876, día de su inauguración / Dibujo en acuarela en el Museo Wagner de Bayreuth.
También acudió una cincuentena de directores de orquesta y la más alta sociedad del momento: reyes, duques, príncipes, el emperador de Rusia y de Brasil. El acontecimiento fue cubierto por una legión de corresponsales de periódicos. Y podemos preguntarnos: en esa aparatosa multitud, ¿qué hacía el huidizo Tchaikovski? En esos momentos en los que la música no le daba para vivir- y no fue así hasta que conociera a Nadjeshda von Meck o más bien ella reparase en él- tuvo varios trabajos, como el de corresponsal oficial de Noticias Moscovitas, que le llevó a Bayreuth. 

En él dejó escritas, a pesar de que su espíritu estaba muy lejos, interesantes descripciones como la siguiente: <<La ciudad tenía un aspecto insólitamente animado. Connacionales y forasteros, llegados de los cuatro puntos cardinales, corrían a la estación para presenciar la llegada del emperador Guillermo. Pude observarlo desde la ventana de una casa vacía. Una pareja de uniforme resplandeciente a la cabeza, luego una procesión de música del Teatro wagneriano con su director Hans Richter, más tarde la figura alta y sutil y la bella cabeza encanecida del abad Liszt, que tanto me había impresionado en los retratos dispersos por todo el mundo; y por último, una elegante carroza, un hombrecillo de nariz acusadamente aquilina y de labios delgados e irónicos, que caracterizaban al promotor de todas estas festividades cosmopolitas y artísticas. Richard Wagner...¡qué satisfacción debe de experimentar este hombre, que, al fin, ha triunfado sobre todos los obstáculos y que, con la potencia de su voluntad y de su genio, ha logrado ver realizado su sueño más audaz!>>.

De camino al Festpielhaus, Bayreuth (postal de la época). 

La pequeña ciudad, que había sido pavimentada para la ocasión, no estaba preparada para acoger a tal cantidad de gente. No cabía un alma más en los hoteles y hasta en las casas particulares ofrecían alojamiento. Habían instalado unos grandes restaurantes junto al teatro pero no eran suficientes y la comida se convirtió en el tema de conversación favorito. Dice Tchaikovski: << (...) más se oía hablar de costados y patatas fritas que de los "leitmotivs" de Wagner...>>.

El ritual de esos días consistía en una peregrinación hacia el teatro a las tres de la tarde. Las representaciones de La Walkiria, Sigfrido y El crepúsculo de los Dioses, precedidas por una charanga,  empezaban a las cuatro y duraban nada más y nada menos que hasta las diez de la noche. <<Las lámparas de gas se apagaron de improviso, todo el teatro cayó en la oscuridad más profunda y de la orquesta, invisible, se elevaron las bellas sonoridades del preludio. El telón se levantó y comenzó la representación...>>.

La Valkiria (El anillo del Nibelungo), Wagner.

La acogida de las representaciones fue progresivamente más cálida hasta el triunfo, el último día, de El crepúsculo de los Dioses. Tchaikovski, que calificaba a Wagner como <<el más famoso de los compositores vivos>>, no conectó sin embargo con la Tetralogía, que le había dejado física y espiritualmente exhausto. La razón de esto podía ser debido a las acusadas diferencias de raza, temperamento y mentalidad entre ambos compositores. Necesitaba escucharla más veces para poder valorar una obra de tales dimensiones, por lo que sólo pudo decir al respecto que sus intérpretes eran excepcionales  y que había quedado impresionado ante <<las innumerables y variadas bellezas, sobre todo de carácter sinfónico>>. De este arduo viaje se llevó dos ideas claras: la grandeza de la concepción de esta magna obra, innegable incluso para los sordos, y el talento y la técnica sobresalientes del <<compositor poeta>>.


-TIBALDI CHIESA, María, Tchaikovski. Lauro, Barcelona, 1962, pp. 73-76.
- Otros post de compositores: Chopin, Mahler.

viernes, 6 de junio de 2014

Tchaikovski & Tolstoi: primer encuentro.

Tolstoi dejó una huella profunda en mí tras leerme Ana Karenina. Su influencia puede dar para un libro que, tal vez, algún día escriba. Últimamente me estoy leyendo una biografía de Tchaikovski que les recomiendo vivamente, escrita por María Tibaldi Chiesa. Además de retratar muy bien el alma del músico nos da un testimonio muy amplio del contexto donde se movía, su Rusia querida. Así es que yo me planteé la posibilidad de que el gran escritor y uno de los grandes músicos rusos se hubieran conocido y precisamente hace poco leí sobre ello (1).


 Tchaikovski en 1878, 2 años después del primer encuentro con Tolstoi. Su mirada refleja inseguridad y un espíritu atormentado que busca únicamente la perfección de su música.

La reacción que se produce entre ambos artistas es curiosísima. Cada uno admiraba al otro, pero la relación distó de durar por las diferencias de opinión entrambos. Para hacerse una idea de la personalidad de Tchaikovski y su visión del poder penetrante del gran Tolstoi les transcribo una carta:

<< Cuando conocí a Tolstoi tenía un miedo indecible de él. Me parecía que a ese gran conocedor de corazones hubiera bastado una mirada cruzada conmigo para penetrar en los más profundos rincones de mi alma. Estaba convencido de que a sus ojos nada podía pasar inadvertido, ni lo más minúsculo, de mi intimidad, por lo que hubiera sido en vano mostrarle solo la parte buena. "Si es un hombre noble- pensaba-, y, sin duda, esto es lo cierto, evitaría, como un médico, el hurgar en los puntos enfermos, irritándolos, modo de proceder que todo lo sabía y todo lo veía. De ser todo lo contrario, es decir, poco compasivo, habría puesto el dedo en la llaga. Hubiera sido terrible para mí en ambos casos". >>.

Desde luego, Tchaikovski sabía relatar muy bien las situaciones, tanto que de pequeño sus inclinaciones eran la poesía, que escribía con tan solo 7 años y todos pensaban que iba a ser otro Pushkin (2). Sin embargo, lejos de lo que pensaba, ese primer encuentro fue muy afectuoso y Tchaikovski encontró en el escritor a una persona amable, sencilla y sincera.

Ambos, eran muy sensibles hacia el lenguaje del otro. De ello da cuenta el siguiente encuentro, en un homenaje que se le hacía a Tolstoi, donde tocaron el andante del Cuarteto de cuerdas en Re M de Tchaikovski y éste escribe profundamente conmovido: <<Creo que nunca, en toda mi existencia de músico me he sentido tan lisonjeado y conmovido como en el momento en el que Tolstoi, que estaba sentado a mi lado, comenzó a sollozar al oír mi Primer Cuarteto>>.

Pero la relación se enfrió un poco dadas las opiniones tan opuestas de Tolstoi hacia algunos músicos. <<"Beethoven- comenzó- no tenía ningún talento", según él. De este modo, un gran poeta, un genial conocedor de los hombres, expresó con acento de profunda convicción unas necedades mortificantes sobre muchos músicos más>>. Realmente, Tchaikovski se lo tomaba muy en serio y esas opiniones le hacían sufrir doblemente porque le hacían comportarse falsamente con León. Llegó a la conclusión de que el escritor de Ana Karenina era un misántropo, aunque amable y correcto. Aunque él también admitía su aversión a las nuevas relaciones, que evitaba a toda costa, solo admitiendo aquellas que por su larga duración le hacían ser natural. Dejaré para otro post las reacciones de Tolstoi ante la música, curiosísimas.  :)



(1) TIBALDI CHIESA, María, Tchaikovski. Lauro, Barcelona, 1962, pp. 73-82.
(2) Poeta, dramaturgo y novelista ruso, Moscú, 1799- S. Petersburgo, 1837.
-Otro post de compositores: Mahler, Chopin