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martes, 28 de abril de 2020

Emily Dickinson: La poeta de la sonrisa.

Al igual que notamos cuando alguien sonríe al otro lado del teléfono, se puede sentir una sonrisa a través de la palabra escrita. Raras veces ocurre, acostumbrados a una cierta impasibilidad neutra con la que muchos escritores observan el mundo. Pero están los escritores y después, los poetas; la prosa y luego, la poesía. Y entre los poetas -sí, vuelvo a hacerlo, ya me perdonarán- hay una que me ha robado completamente el corazón -compartido inevitablemente con Alejandra- y esa es Emily Dickinson (Amherst, Massachusetts, 10 de diciembre de 1830-15 de mayo de 1886).

Woman in the stairs, Carl Vilhelm Holsoe, (Aarhus, Dinamarca, 1863- Asserbo, 1935) circa 1900. Muchos de los cuadros de este pintor, que retrató a la mujer en el hogar, representan muy bien lo que habría sido los momentos de intimidad de la queridísima Emily, envueltas en silencio, pausa y recogimiento.
Si a Dickinson tuviera que ponerle música sería clarísimamente de Johan Sebastian Bach -¿lo habrá escuchado?- y en concreto, sus suites para cello. La profundidad y delicadeza de cada una de sus piezas, especialmente las lentas -Allemandes y Sarabandes- son como sus pasos elegantes por los pasillos, su detenerse en el silencio sobre la realidad más profunda con una ternura infinita.

Estos días vuelvo a ella una y otra vez asombrada por su lucidez, por la manera asombrosa que tiene de transmitir observaciones reveladoras como entre susurros. Pero lo más encantador de ella es la sonrisa que emana de cada uno de sus versos; la enigmática sonrisa de quien revela un secreto cuyo descubrimiento a ella misma ha entusiasmado y, entre divertida y asombrada al mismo tiempo por tal hallazgo, corriera a escribirlo.


1129
Decid toda la Verdad pero decidla al sesgo-
El Éxito en el Rodeo reside
Demasiado brillante para nuestro débil Deleite
La soberbia sorpresa de la Verdad
Como los Relámpagos a los Niños se calma
Con amable explicación
La Verdad ha de deslumbrar gradualmente
O todo hombre quedará ciego (1)

Tell all the Truth but tell it slant-
Success in Circuit lies
Too bright for our infirm Delight
The Truth's superb surprise
As Lightning to the Children eased
With explanation kind
The Truth must duzzle gradually
Or every man be blind- 


Su forma de desvelarla, sin embargo, es muy personal. Cuando empecé a escribir poesía me vino a la cabeza la imagen de un caramelo. Para mí un poema es como abrir un caramelo: hace un ligero ruido cosquilloso mientras lo vas desenvolviendo y al final aparece el caramelo. Pues algo así ocurre en cada poesía de Emily: al final, en las últimas líneas, la revelación, el asombro -suyo ¡y el nuestro!- por tan grande o por tan pequeña realidad encontrada. Su presentación no es de forma directa -como un caramelo al desnudo-, sino velada, -envuelta en papel transparente-. Por eso, para descubrir el significado no basta con leer, pues no es la literalidad de la palabra (como decía en un post anterior) lo que la dota de sentido, sino que hay que desenterrarlo de sus imágenes y de la aparente suavidad. Y algo característico suyo es precisamente esa suavidad engañosa con la que revela un aspecto sombrío de la existencia, haciendo de sus poemas algo siniestro.

599
Hay un dolor-tan supremo-
Que envuelve toda sustancia por completo-
Después cubre el Abismo de Trance-
Así la Memoria pueda dar un paso
Alrededor-a través-sobre sí-
Como quien en un Desmayo-
Va seguro-donde un ojo abierto-
Le depositaría a Él-Hueso a Hueso.

There is a pain-so utter-
It swallows substance up-
Then covers the Abyss with Trance-
So Memory can step
Around-across-upon it-
As one within a Swoon-
Goes safely-where an open eye-
Would drop Him-Bone by Bone.

Lady in an interior, Carl Vilhelm Holsoe, 1909.
Esta maravillosa mujer de mirada aguzada por la observación, cuyo amor a la vida se trasluce en los más pequeños detalles y en su diálogo constante con la naturaleza -una conversación de ida y vuelta- conoció también las profundidades del dolor, afrontado en muchos de sus poemas con una belleza exquisita. Desde los tonos más claros a los más oscuros grises expresados con la delicadeza con que se sostiene una perla y la hondura de un aguijón.

252

Puedo vadear la Pena-
Charcos enteros de ella-
Estoy acostumbrada-
Pero el menor impulso de Alegría
Paraliza mis pies-

Y caigo-borracha-
Que los guijarros-no sonrían-
Fue el Nuevo Licor-
¡Nada más! 

El Poder no es sino Dolor
Trenzado, con Disciplina,
Hasta que los Pesos-cuelguen-
Den Bálsamo-a los Gigantes-
Y languidezcan, como Hombres-
Denle el Himalaya-
Y lo Llevarán-¡a Él! (2)

I can wade Grief-
Whole Pools of it-
I'm used to that-
But the least push of Joy
Breaks my feet-
And I tip-drunken-
Let no Pebble-smile-
'Twas the New Liquor-
That was all!

Power is only Pain
Stranded. thro' Discipline,
Till Weights-will hang-
Give Balm -to Giants-
And they'll wilt, like Men-
Give Himmalech-
They'll Carry-Him!

El desamor, la frustración consiguiente por la imposibilidad del amor, la pérdida de sus amigos -por matrimonio, o muerte, para ella eran casi lo mismo-, su decisión de no publicar, su vida, en definitiva, en la sombra -¿elegida o forzada?- le llevaron a sus 31 años a tomar la drástica decisión de recluirse en su casa y vestirse perennemente de blanco; the white election, la llamaba. Una muestra de su férrea voluntad y su aspiración a la perfección no para ser vista sino por su postura vital. Y es que su vida era una traslación de su poesía. El blanco, como símbolo de espiritualidad, pureza, clarividencia. La reclusión, como decisión poética de mantener su libertad íntegra y dedicarse -no a las labores domésticas, que detestaba- sino a cultivarse y aguzar su mirada. Más tarde, el aislamiento fue total, sin salir de su habitación, a través de cuya puerta sólo se comunicaba con su hermana Lavinia. Pero, a pesar de todo, el asombro sigue llenando sus hojas, sus ojos, pues para ella la libertad y su imaginación estaban dentro de sí misma y no necesitaban más que de una ventana para observar las maravillas de la creación, maravillas de la naturaleza y suyas propias.

Unos meses antes de cumplir precisamente treinta y un años empecé a leer a Dickinson y cuando llegó la señalada fecha -hace muy poco- sentía ya tal afinidad con lo que representa su blanca elección que desde aquel día la hice mía. Las consonancias que encuentro en ella son infinitas. Como escribió Sábato: "No se encuentra sino lo que se busca, y se busca lo que en cierto modo está escondido en lo más profundo y oscuro de nuestro corazón" (3). La luz que irradian sus poemas -inagotables poemas e inagotable ella, como Alejandra- han iluminado mis peores días dándoles fuerza y, en los días de júbilo, los ha realzado con su vigor.

The window, Jo Oakley (London, 1946-)

Nota: Aquí no he pretendido ahondar en su biografía para centrarme en lo que significa para mí y mi visión de ella y su poesía.

Fuente:
(1) Traducción mía del original.
(2) Íbidem.
(3) Sobre héroes y tumbas.

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martes, 10 de marzo de 2020

De amor a la Poesía


¿Cómo había pasado todo este tiempo sin fijarme en ella, la más pequeña de todas, la más humilde, pero la más presente, la que subyace bajo todas las cosas? ¿Cómo había vivido hasta ahora sin la poesía? Es algo que me pregunto, como una enamorada al encontrar por fin a su amor, sin saber cómo era su aspecto hasta tenerlo ante sí. Pero ella ya estaba en mí desde hace años, ya la buscaba en el cine de Tarkovski, en las fotografías brumosas, en la búsqueda filosófica, en los relatos nocturnos y en toda aprensión de la belleza. Pero no la había reconocido. La buscaba bajo otros nombres, otras apariencias. Hasta que un buen día, de tanto oír -leer- Pizarnik, su nombre ya me salía por los poros. La busqué en la biblioteca, con la suerte de contar con su Poesía completa. Decir que me asombró es poco: me hirió en lo más profundo con su lenguaje desgarrador, íntimo y lleno de verdad. Ella, poeta con mayúsculas argentina, -también otro ella- fue la -bendita- responsable de que haya empezado a escribir bajo esta nueva forma -hace poco de eso-, saliendo de mí lo que hacía años no conseguía tan siquiera pronunciar. Me mostró una forma de hacer poesía alejada de las constreñidas formas a las que estaba acostumbrada y que la hacían algo ajeno a mí. Pero Alejandra las desbarató y las hizo suyas, poniéndola -también- a mi alcance.



El maridaje perfecto para Alejandra, es, junto a Nisi Dominum, de Vivaldi, esta pieza (On the day of nature) de uno de los compositores actuales que más admiro, de música cargada de nostalgia y tremendamente filosófica.

Alejandra Pizarnik, (Avellaneda, Argentina, 29 de abril de 1936- Buenos Aires, 25 de septiembre de 1972).
Como una neófita recuperando el tiempo perdido, he andado de libro en libro tras las grandes voces de la poesía, pero voces que a mí me hablan particularmente: como Emily Dickinson, Alfonsina Storni, Sylvia Plath, María Zambrano, Gabriela Mistral y las que aún me faltan por conocer. Pero entre todas ellas, sin duda alguna Alejandra y Emily se han convertido en mis poetas de cabecera. Dickinson posee la fuerza de una llovizna que empapa lentamente; con una delicada sutileza muestra la realidad desnuda, sin aspavientos, pero con la sorpresa de un gran hallazgo. Alejandra, con un lenguaje e imaginario propios nombra la desolación, con el sabor de una terrible pérdida, de una constante ausencia de su terrible verdad descubierta bajo sonoras metáforas. Ambas, con estilos muy diferentes, tienen en común su acercamiento a lo terrible de la existencia, no hay nada superficial en ellas porque miran de frente al interior mismo del ser humano.
Emily Dickinson, (Amherst, Massachusetts, 10 de diciembre de 1830-15 de mayo de 1886).
Esto me ha inducido a establecer según el acercamiento a la realidad del poeta -con la venia de los expertos y académicos-, al menos, dos tipos de poesía. Si ponemos como referencia el cuerpo humano, la poesía carnal o de los sentidos se centra en la corporeidad de éste, su materialidad, sensualidad per se, la cosa en sí misma, como éste poema de Bécquer: 
Tu pupila es azul, y cuando ríes,
su claridad suave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana
que en el mar se refleja.
Tu pupila es azul, y cuando lloras
las transparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta.
Tu pupila es azul, y si en su fondo
como un punto de luz radia una idea,
me parece en el cielo de la tarde
una perdida estrella.

La otra forma de hacer poesía es similar a la visión de rayos x, cuyo resultado es la radiografía de la realidad: la poesía  de lo esencial, de la que Pizarnik y Dickinson son paradigmas. Los elementos de que se componen son, sin embargo, materiales -hechos de materia-, pues como dice Aristóteles: «Nada hay en la mente que no haya estado antes en los sentidos». La realidad intangible a la que se acerca necesita la mediación de la palabra, que a su vez, aglutina conceptos inmateriales, mitad sonido, mitad idea, a caballo por tanto de ambos mundos, rozando cada uno sin pertenecer a ninguno. Pero aquí, la palabra, además, juega un papel muy importante en la representación de otra cosa, esto es: como metáfora. No se nombra la cosa en sí sino como referencia a otra, como un trampolín, con esa búsqueda de satisfacer la necesidad de expresar a pesar de su dificultad, como un pez que se resbala de las manos.

(Hacer clic sobre cada foto en la versión móvil para mayor resolución).


En esta vertiente es donde la poesía linda con la filosofía. La filósofa María Zambrano (Vélez-Málaga, 22 de abril de 1904- Madrid, 6 de febrero de 1991) estudió con profundidad esta relación proponiendo para la filosofía occidental, alejada de sus orígenes, el método de la razón poética: «(...) Poesía y pensamiento se nos aparecen como dos formas insuficientes, y se nos antojan dos mitades del hombre: el filósofo y el poeta. No se encuentra el hombre entero en la filosofía; no se encuentra la totalidad de lo humano en la poesía. En la poesía encontramos directamente al hombre concreto, individual. En la filosofía, al hombre en su historia universal, en su querer ser. La poesía es encuentro, don, hallazgo por la gracia. La filosofía busca, requerimiento guiado por un método» (1).
Uno de los muchos poemas de mi querida Alejandra, es difícil escoger entre tanta joya.
Zambrano, fiel defensora de la poesía, se preguntaba si «las verdades últimas de la vida, las de la muerte y el amor, -eran- aunque perseguidas, halladas al fin, por donación, por hallazgo venturoso, por lo que después se llamará 'gracia' (...) en griego (...), jaries, carites» (2), a diferencia de la filosofía, que especula sobre ellas y ejerce su dominio deformándola por la tarea de la abstracción. Por otra parte, mientras la filosofía se centra en la «elucubración sobre el ser, sobre la claridad de su evidencia» el poeta «abarca el ser y el no-ser en admirable justicia caritativa, pues todo tiene derecho a ser hasta lo que no ha podido ser jamás». En esta línea apunta esta bellísima idea: «las cosas están en la poesía por su ausencia, es decir, por lo más verdadero, ya que cuando algo se ha ido, lo más verdadero es lo que nos deja, pues que es lo imborrable: su pura esencia» (3).  Y hablando de ausencias, Alejandra, poeta de la ausencia por antonomasia escribe maravillosamente en su poema En esta noche, en este mundo:

No
las palabras
no hacen el amor
hacen la ausencia

Es por ello, quizás, por la materia de la que trata que, especialmente esa poesía de lo esencial, es tan oscura a veces, en oposición a la claridad de la luz, de lo conocido -y, por eso mismo, tranquilizador-. Es en lo terrible del no-ser en donde encuentra cabida y su materia de inspiración. Ambas ascienden de la caverna para el encuentro con el ser trascendente, pero una renuncia a la experiencia mientras que «la poesía es vivir en la carne, adentrándose en ella, sabiendo de su angustia y de su muerte». 


Citas
(1) M. Zambrano, Filosofía y poesía, en ORTEGA Y MUÑOZ, Juan FernandoAlgunos lugares de la poesía, p. 15, Editorial Trotta. Madrid, 2007.
(2) Ibid., p. 23.
(3) Ibid., p. 26.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Los genios y su ¿locura?

Estas últimas semanas, un poco desaparecida de combate tras mis primeros relatos, leía de cuando en cuando un libro muy ilustrativo acerca de los genios. Un estudio que compila y revisa otros muchos sobre la personalidad y psique de estos seres extraordinarios: El genio y la locura, de Philippe Brenot. Tanto para quienes quieran conocer los fundamentos de la genialidad, como para los propios artistas y creadores, su lectura les aportará muchas luces.


Beethoven, Joseph Daniel, 1823 y Autorretrato de Goya, 1773. Dos grandísimos genios de fuerte carácter reflejado en sus obras. 
Ya desde la Antigüedad, Aristóteles había observado con acierto que los hombre geniales eran con frecuencia melancólicos. Tanto la asignación de una paternidad a su inspiración- divina, profana, demoníaca...- como su consideración social han ido cambiando a lo largo de los siglos. En la actualidad, con los crecientes estudios de psiquiatría y psicoanálisis, ha sido posible estudiar de forma científica la posible interrelación entre el genio y la locura. El concepto de locura se ha ido matizando distinguiéndose ahora otras afecciones como la depresión, neurosis, psicosis, bipolaridad, etc. Hasta entonces, en el siglo XIX, se encerraban en manicomios a todos aquellos que transgredieran el orden social, considerados un "peligro"- político, principalmente-. Fue el caso de muchísimos artistas en fases agudas de desequilibrio pero también de los "artistas degenerados" en la época nazi que, aunque no los encerraron, fueron rechazados por su inconveniencia política.

Es central en la investigación la constatación de que en la mayoría de los genios analizados- no sólo artistas sino filósofos y científicos- existe una psicopatía denominada actualmente ciclotimia o trastorno de bipolaridad -aunque su afección no implique ser genio-. Esta particularidad, que alterna períodos de depresión y de exaltación- "manía"-, constituye su gran fuente de energía en los momentos de exaltación. Se ha comprobado que los períodos de fuertes depresiones que muchos de ellos han sufrido, han cristalizado en obras o hallazgos geniales en la exaltación que les suceden, como el Mesías de Haendel, compuesto en 1731 tras superar una depresión. Gérard de Nerval explica así estos momentos: "En ocasiones notaba mi fuerza y mi actividad redobladas: me parecía saberlo todo, comprenderlo todo; la imaginación me ofrecía deleites infinitos." (1)      
                          
Uno de los números del Mesías que más me ha impactado y realmente emocionado por su fuerza y significado. Me falta espacio para escribir sobre ella, pero Haendel aquí tocó el cielo. Acorde al tiempo de Adviento.  

Sucede algo así como una catarsis gracias a la obra, que a su vez es catalizada mediante la depresión en su punto álgido. Pero cuando no se canaliza mediante la creación o la depresión es tan fuerte que inhibe todo intento, se llega entonces a la locura. Genio y locura, por tanto, son dos caras de una misma estructura psíquica que conviven en un difícil equilibrio: la locura influye en el genio y el genio la atenúa. Una prueba de ello es que muchos, tras haber superado para siempre una crisis, perdieron con ella el sello personalísimo de sus obras que las hacían geniales, como E. Munch y Giorgio de Chirico. Sin embargo, cuando los cambios son muy bruscos se traspasa la frontera de la razón y la libertad y desbocados por su locura, muchos se arrojaron a los brazos del suicidio maldito (2). Por ello se ha planteado la conveniencia de su "curación" y parece que lo sea únicamente en el caso de que peligren sus vidas o pidan ayuda, procurando preservar siempre su creatividad (3).

Aquí puede observarse ese cambio en Giorgio De Chirico: su obra conocida es la perteneciente a la "pintura metafísica" muy melancólica y de epacios solitarios y extratemporales (1ª obra: Misterio y melancolía de una calle). La 2ª, de sus últimos años: El caballo se ha ido
Parece ser necesaria la asociación de tres condiciones para el desarrollo del genio: "un factor energético al que se es propenso, las aptitudes particulares de un ambiente cultural fértil y el azar de los acontecimientos de la vida de la presencia o ausencia del medio paterno" (4). Es muy curioso que en la literatura la ausencia del padre (por muerte natural, desaparición o por rechazo) es una constante para la eclosión del genio y se corrobora con la multitud de seudónimos en este campo- un tipo de "asesinato" sutil-, a penas inexistentes en la música o las artes plásticas. En la misma línea, el apoyo de la madre los catapulta al éxito: "Si eres un Dios para tu madre, eres un Dios para el mundo.", Jean-Marc Alby (5). En el lado opuesto, deja heridas profundas, como le ocurrió a Camille Claudel, cuya madre no le reconocía como hija y terminó en el manicomio.

Fatasiestücke de Schumann (1837) interpretada por Jaqueline Du Pré. Es una obra melancólica de un compositor cuya obra frenética iba al compás de terribles depresiones y contrastes que acabó con su locura y suicidio. Jaqueline también fue desdichada y vierte en la interpretación su melancolía catártica.

Aunque podríamos seguir diciendo muchas peculiaridades fascinantes de estos seres excepcionales, voy a terminar con un detalle que me llamó la atención, casi al final del libro. Dice así: "El genio es, en general un hombre. A parte de algunos nombres que afloran a los labios de todos(...), los seres fuera de lo común raramente son mujeres." Me llegó al alma esta aseveración, si bien es cierto que la matiza con otros estudios que critican este hecho histórico y cuya superación aquí defiendo: "el colonialismo masculino que reivindica exclusivamente para él la flor preciosa de la creatividad, limitando a la mujer, en el mejor de los casos, a ser su musa muda o maternalmente atenta...". 

¿No hablábamos hace unas semanas sobre Alma Mahler y su creatividad ahogada? Fue voluntaria, pero dolorosa. Asimismo, el sexo masculino, siempre predilecto de las madres y favorecedor de su desarrollo, ha eclipsado el de las hermanas. Algunas de las composiciones de Fanny Mendelsson fueron originariamente publicadas bajo el nombre de su hermano, Félix Mendelsson. ¿Y recuerdan el caso de George Sand y su seudónimo masculino? Pues hay un hallazgo muy reciente que les va a maravillar: estudiando la caligrafía de las partituras de J.S. Bach se ha comprobado que la fuerza del trazo de algunas zonas indican no ser una mera transcripción de Anna Magdalena Bach, ¡sino su composición! Con la democratización actual y nuestra tenacidad, la lista de "genias" se engrosará porque saldrán a la luz.
La familia Bach. (Johan Sebastian, Anna Magdalena e hijos: familia de compositores interminable :) ).

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"La maldición de las letras" (relato)
                       
Notas
(1) En su libro Amelia citado en BRENOT, Philippe, El genio y la locura, editorial Sine Quanon. Barcelona, 1998, pág. 148.
(2) Es importante esta apreciación, porque lo que se pensaba que era un acto libérrimo, la muerte romántica, es una suma de la historia personal, posición filosófica pero sobre todo: un componente biológico fuerte en el que, sobrepasado cierto límite, la atracción del suicidio parece irresistible.
(3) Hay varios niveles de curación: conductual mediante terapias, psicoterapias y psicoanálisis o de manera química (antidepresivos, etc.).
(4) Op. cit., pág. 232.
(5) Op. cit., pág. 106.

lunes, 27 de octubre de 2014

Mahler y Alma: La historia de dos sufrimientos.

Mi deseo de conocer más acerca de Mahler me ha llevado al hallazgo de un testimonio de primera mano inigualable: el de su esposa, Alma Mahler. El libro se titula "Gustav Mahler: recuerdos y cartas" (1). Me dio una gran alegría conocer su existencia, pues ya me había encantado la biografía del grandísimo Bach escrita por su mujer (de la que hablaré más adelante) y no creía que esa suerte pudiera repetirse. La relación entre Alma y Gustav Mahler ha estado teñida de muchos comentarios no muy acertados, tanto en vida como ahora. Creo que no se ha comprendido suficientemente bien lo que supuso su unión, en la que no todo era de color de rosa pero tampoco negro como el carbón. La gente es muy dada a opinar sin saber o a basarse en fuentes de terceros, con las verdades ya marchitas por el excesivo reciclaje. Por eso aquí hablaré de ello en base a las palabras sinceras de Alma -que escribió con la perspectiva de los años y el apoyo de su diario-, que nos ha humanizado la visión de ese gran Orfeo de Mahler.

Alma Schindler (Viena, 1879- Nueva York, 1964) era hija del pintor Emil Jakob Schindler. Se crió en un ambiente artístico privilegiado y trató con innumerables artistas de la época. Era alumna de composición de Alexander von Zemlimsky y había compuesto algunas canciones muy buenas. El 9 de noviembre de 1901, con 22 años, fue invitada a una cena en casa de sus amigos los Zuckerland en la que estaban invitados Mahler, el pintor G. Klimt y Max Burckhard- director del Burgtheater y poeta-. A ella le intimidaba la presencia de Mahler, de quien se habían corrido falsos escándalos por su condición de judío. Pero finalmente acudió por sus amigos Klimt y Burckhard. Mahler era el director de la Filarmónica de Viena- más tarde lo sería de la Ópera-. Tenía un enorme prestigio como tal y su persona ejercía gran fascinación. Alma, cuya belleza e inteligencia era sobradamente apreciada por todos, tomó como escudo una actitud indolente hacia él. Pero Mahler  no dejó de observarla en toda la noche y pronto, atraídos el uno por el otro, comenzaron a discutir sobre música. "Hacía largo rato que nos habíamos apartado del resto, o ellos nos habían dejado solos. Había alrededor nuestro ese círculo mágico que pronto encierra a quienes se han encontrado mutuamente." Al día siguiente le había invitado a un ensayo de la Filarmónica junto con otras damas que se unieron. Él le quitó el abrigo a Alma y omitió hacerlo con el resto. Mahler ya estaba enamoradísimo: "- Frau Schindler, ¿cómo durmió usted?
- Perfectamente. ¿Por qué?
- Yo no pegué ojo en toda la noche."


A la mañana siguiente le había enviado unos versos suyos de manera anónima y ella supo que eran de él. Todavía era joven e ingenua, se llevaban 19 años. "Su grandeza interior, me era casi desconocida en ese momento. Sin embargo, me inquietaba una sensación de temor reverente ante su extraordinario genio que amenazaba con alterar mi serenidad." En las siguientes semanas se  encontraron en la ópera donde conoció a la madre de Alma, que le reverenció hasta el final de sus días. "Nos separamos muy alegres, con la sensación de que algo grande y hermoso había sobrevenido en nuestras vidas." Al poco, Mahler le habló de casarse. Él estaba decidido, aunque ella a penas dijo palabra en esa fugaz conversación. "Después de haberle dejado que me besara sin desearlo realmente y que apresurara la boda sin siquiera haberlo pensado, me di cuenta de que tenía razón en ambas cosas y que ya no podría vivir sin él. Sentí que sólo él podría dar sentido a mi vida y que estaba, con mucho, por encima de todo hombre que yo hubiese conocido." Los amigos de Alma no aprobaban esa unión, entre otras cosas por ser judío, pero también porque vaticinaban que le haría sombra... y así fue. 

Mahler tenía que viajar constantemente con la Filarmónica y en esos viajes, que se le hacían penosos por la lejanía de Alma, le escribía constantemente. En una de esas ocasiones, ella tenía que terminar una composición muy importante para ella y le escribió diciendo que no podría escribirle más ese día. Él se enfadó muchísimo y le prohibió por carta que compusiera, aunque en seguida rebajó sus exigencias en la siguiente carta. Ella lloró amargamente pero finalmente aceptó. "Enterré mis sueños, y quizá fue mejor así. Ha sido mi privilegio dar a mis dotes creadoras otra vida en espíritus mayores que el mío. Pero sentí mi alma transida y la herida nunca se curó." En muchas ocasiones hace referencia al sacrificio que ella hacía de su vida para Mahler, del que él no se daba cuenta, aunque ella estaba orgullosa de poder servir para su obra y permitirle componer. Vivían en habitaciones separadas, ella se encargaba de que no hubiera ningún ruido mientras él componía y le pasaba las partituras orquestales a piano. Desde luego es impagable ese sacrificio callado, esa abnegación total de su persona por el arte de su marido, a quien amaba.

El 9 de marzo de 1902 se casaron con Alma embarazada. Desde entonces ella notó un giro en la actitud de él, que le trataba como un profesor estricto. Intentaba imponerle su visión negativa de todas las cosas que él consideraba supérfluas: vestidos, vanidad, viajes... Entendió más tarde que Mahler tenía celos de su juventud y belleza y quería asegurársela para él. Por su parte, Alma estaba celosa de su pasado. Parece ser que Alma más que nada comenzó admirándole como compositor. Más tarde le amó, si cabe decirlo, también por su persona. Pero una vez le dijo a Mahler que lo que amaba de un hombre eran sus realizaciones... Alma sentía al principio una gran inseguridad e inferioridad que podría haber curado con su música y lo llevaba como una carga. Mahler la amaba, pero con su trabajo le había descuidado, pues trabajaba infatigablemente entre sus composiciones y el trabajo en la Ópera de Viena.

En cuanto a Mahler, no podía ser de otra manera. Su aparente egoísmo no era tal, pues no le importaba él sino su obra. Su forma de ser era difícil, pero fruto de su genialidad no fingida. Tenía un carácter muy fuerte, violento e intransigente aunque también muy dulce. Su ingenuidad y despreocupación total por el mundo llegaron a ser muy embarazosas para Alma, aunque también podía resultar cómico. Tenía muchas extravagancias que llevaron a muchas cenas incómodas, como una en la que una cantante invitada quería interpretarle una pieza y Mahler, al poco de empezar, se marchó furioso. También solía levantarse varias veces en las cenas en casa de desconocidos porque se aburría. Se sentían mucho mejor en familia y con los amigos cercanos. 

Un suceso que les marcó profundamente fue la muerte de su hija mayor en 1907. En esa ocasión, el doctor prescribió reposo a Alma porque estaba fatigada y Mahler, a modo de guasa, le dijo que le mirara a él también. La respuesta fue un mazazo: le dijo que su corazón no estaba nada bien. Su dolor les separó por esa temporada, fue el principio del fin y Mahler estuvo ensombrecido aún más por esta noticia. Su amor vio renacerse sin embargo, en algunas ocasiones que Mahler despertaba del letargo y tenía detalles enternecedores con Alma. Pasaron juntos un bache en 1910. Alma había estado recuperándose de su fatiga en un sanatorio, donde conoció a Walter Gropius, que le cayó muy simpático. Sus halagos le complacieron porque reavivaron la confianza en sí misma, pero se marchó porque "no deseaba en modo alguno cambiar mi vieja vida por una nueva". Al poco él le escribió una carta de declaración de amor que estaba dirigida a Mahler (no se sabe si por error o como petición de mano). Se sinceraron por primera vez y recurrieron a la madre de Alma para que les ayudara. Esos días sólo paseaban y lloraban juntos. "Después de poner al desnudo las causas de nuestro alejamiento con la mayor honestidad, me sentí más segura que nunca de que no podría abandonarle. Cuando se lo dije, su rostro se transfiguró. Su amor se convirtió en éxtasis. No podía separarse de mí ni por un segundo." Sin embargo, ella se dio cuenta de que su matrimonio no era un matrimonio de verdad... Alguien le había dicho una vez: "te has casado con un hombre que no es un hombre, es una abstracción." El pobre Mahler sintió mucha inseguridad y celos a raíz de este suceso y al poco acudió a Freud, quedándose más tranquilo. Se dio cuenta por primera vez de que "algo se debe a la persona con la que se ha unido la propia vida" y comenzó a interesarse por las antiguas canciones de su esposa. Un día tocándolas al piano y se dio cuenta de que eran muy buenas y de que había sido muy ciego y egoísta, tal como se lo hizo saber a Alma. Quería que se publicaran y le pidió que compusiera nuevamente...

Úlmtima hoja de la 10ª sinfonía. Dice: "Für dich leben! für dich sterben”! que significa: por ti vivo, por ti muero. Al final pone: “Almschi”, el apelativo con que llamaba a Alma. 

Su relación era muy conmovedora. Mahler necesitaba a esta delicada joven y ella a él también. Alma le cuidó durante su enfermedad no separándose apenas de él. No podía soportar su vida sin él y soñaban con vivir una vida tranquila después de que se recuperase. Ella le dijo "- Cuando estés bien nuevamente, ya habré tenido bastante de sufrimientos. ¿Recuerdas que cuando me conociste pensaste que yo era demasiado feliz? Ya he sufrido bastante. No necesito más castigo. Viviremos una vida despreocupada y feliz.- Sonrió tiernamente y me acarició los cabellos. - Sí, tienes razón. Si Dios quiere que yo mejore, aún podemos ser felices." Cuenta Alma que la belleza de Mahler en sus últimos días era asombrosa y que ella le decía: "Hoy, eres Alejandro el Grande". "En los últimos días exclamó <<¡Mi Almschi!>> cientos de veces, con una voz, un tono, que nunca había oído antes y nunca he vuelto a oír desde entonces. Y al escribir ahora estas palabras, no puedo refrenar mis lágrimas." Él estuvo con una grandeza de ánimo conmovedoras, tenía paz cuando nunca la había encontrado en toda su vida. Lo último que dijo, con ojos asombrados y sonriente, fue "¡Mozart!" dos veces. Y pensar que se encontró con él y con todos los compositores que admiraba...¡es sobrecogedor!


Notas
(1) MAHLER, Alma, Gustav Mahler: recuerdos y cartas. Taurus, Madrid, 1986.

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martes, 23 de septiembre de 2014

A través del alma judía: Irène Némirovsky y Víktor Frankl.


Hace unas semanas, intercalaba la lectura de las obras de dos judíos fascinantes: Los perros y los lobos, de la escritora Irène Némirovski y El hombre en busca de sentido, del psiquiatra Viktor E. Frankl. ¿Mera coincidencia? Tal vez. Pero lo que sé es que han sido un complemento muy interesante. Cada libro arrojaba luz sobre el otro, penetrando más profundamente en el alma de ambos escritores: uno, por la vía de la literatura, impregnada de las vivencias de la propia escritora; otro, por la vía de las lecciones humanas, que tras la dura experiencia de un campo de concentración, realiza el psiquiatra. Mientras en Los perros y los lobos me cautivó su bellísima pluma junto con la cruda y humana historia, en el otro, encontré respuestas a muchas preguntas antropológicas, como el modo de afrontar el sufrimiento. 

"El hombre, para colmar sus ansias de plenitud espiritual, necesita no sólo del arte, que nutre su mente de belleza formal- a veces, pura forma sin contenido-, sino también de contenido espiritual- acorde a su naturaleza- que dé sentido a su existencia." Esta frase, que escribí hace unas semanas, da razón de este post: la necesidad de llenar la vida de sentido. Y no sería sincera conmigo misma si sólo me dedicara a hablar de arte y literatura y no de estas cuestiones centrales. Si negáramos esta parte del hombre, caeríamos en la superficialidad y en el vacío existencial. 

Así es que me propuse aprender de la valiosa experiencia de Viktor Frankl, un hombre que estuvo -¡3 años!- en los campos de exterminio nazi, a los que sobrevivió gracias a su forma de afrontar la vida. Un hombre que habiendo experimentado el haber sido despojado absolutamente de todo lo que le importaba- su mujer, sus padres, su obra- y haber sido reducido a un cuerpo sin identidad, no sólo sobrevivió sino que no perdió la fe en el hombre y ha ayudado a infinidad de personas en su consulta, con sus libros y con su ejemplo. Eso sí que es un héroe. 

Víktor Frankl explicando la logoterapia.

En el campo de concentración fue donde perfiló su teoría de la logoterapia -o también llamada la 3ª escuela vienesa de psicoterapia- cuyo fin gira entorno al sentido de la vida. "De acuerdo con la logoterapia, la 1ª fuerza motivante del hombre es la lucha por encontrar un sentido a la propia vida. Por eso hablo yo de VOLUNTAD DE SENTIDO, en contraste con el principio de placer (o VOLUNTAD DE PLACER) en que se centra el psicoanálisis freudiano, y en contraste con la VOLUNTAD DE PODER que enfatiza la psicología de Adler." (1) 

He sacado 3 ideas de su teoría que aquí resumo: 
1. La "intención paradójica" es una técnica usada en la logoterapia basada en esta curiosa dualidad del hombre: por un lado, el miedo atrae lo que se teme (llamado "ansiedad anticipatoria", término muy gráfico) y por otro, -su opuesto- la "hiperintención"- o desear mucho algo-, estorba lo que se desea. La técnica consiste en aplicar los contrarios: ridiculizar las neurosis con la "derreflexión" -es decir, dejando de pensar en ellos- frente a la hiperreflexión.
2. Otra genialidad acuñada es la "noodinámica": creencia en que el hombre necesita para su "salud mental" cierta tensión espiritual. En ella hay 2 polos opuestos: uno, representado por lo que el hombre es (en acto) y el otro, lo que quiere o debe llegar a ser (y es en potencia).
3. Por último, la libertad de elección del hombre. Traigo una explicación profundamente conmovedora del autor: 
   
   "El ser humano no es una cosa más entre las cosas; las cosas se determinan unas a otras; pero el hombre, en última instancia, es su propio determinante. Lo que llegue a ser -dentro de los límites de sus facultades y su entorno- lo tiene que hacer por sí mismo. En los campos de concentración, por ejemplo, en aquel laboratorio vivo, en aquel banco de pruebas, observábamos y éramos testigos de que algunos de nuestros camaradas actuaban como cerdos mientras que otros se comportaban como santos. El hombre tiene dentro de sí ambas potencias; de sus decisiones y no de sus condiciones depende cuál de ellas se manifieste. 
Nuestra generación es realista, pues hemos llegado a saber lo que realmente es el hombre. Después de todo, el hombre es ese ser que ha inventado las cámaras de gas de Auschwitz, pero también es el ser que ha entrado en esas cámaras con la cabeza erguida y el Padrenuestro o el Shema Yisrael en sus labios." (2)
  
En cuanto a Los lobos y los perros, desde las primeras páginas percibí su altísima calidad literaria. Investigando un poco más sobre la vida de su autora, se reconocen muchos aspectos autobiográficos concentrados en la pequeña Ada Sinner, la protagonista. Es una niña muy inteligente y observadora que sufre la soledad en su familia, pues su padre está siempre de negocios y no tiene madre; en la vida real así fue y aunque tenía madre, la trataba como si no fuera su hija y ella la odió siempre. Ada se refugiaba en la pintura; Irène, en la escritura. Es una historia dramática y muy tierna y humana a la vez. Conmueve porque trasluce parte de sus experiencias y la realidad que debían de vivir los judíos, fueran ricos o pobres. 

La vida de Irène era la de una burguesa acomodada, estabilizada desde que se trasladó a París con su familia en 1919. Allí se casó y tuvo dos hijas. En los últimos años de su vida escribió Suite francesa, su obra más célebre. Solamente la historia de su escritura y publicación da para mucho. Irène sabía que su vida iba a acabar de manera trágica por las medidas que se estaban tomando contra los judíos y se dedicó a escribir mucho cada día, en letra minúscula por la escasez de papel. Dejó un baúl a sus hijas con sus obras no publicadas, entre ellas ésta, que no llegó a terminar. Ellas se salvaron de milagro gracias a la audacia de su tutora y muchas peripecias. Años más tarde esos escritos salieron a la luz. Irènee Nemirovski fue una escritora muy valiente y audaz que se sirvió de su pluma para denunciar lo que no le parecía correcto, con crudeza y con arte, dejándonos un legado literario y humano valiosísimo. 


Como broche final, la coincidencia entre estas dos grandes personas no acaba en los libros que fueron protagonistas de mis lecturas por unos días, ni en que fueran ambos judíos. Hay algunas más, como que son prácticamente coetáneos: Irène nace en febrero de 1903 en Kiev; Víktor, en marzo de 1905 en Viena. Ambos pasan por Auschwitz: Iréne, el 17 de julio de 1942, donde desgraciadamente, muere un mes más tarde de tifus; V. Frankl fue recluido en otoño del mismo año, en Theresienstadt y estuvo en Auschwitz dos años más tarde que ella, 1944 (2). En junio de 1941 escribía desilusionada: <<¿Qué me está haciendo este país, Dios mío? Sí, a todos vosotros que me despreciáis, franceses ricos, franceses felices: lo que yo quería era vuestra cultura, vuestra moral, vuestras virtudes, cuanto es más noble que yo, diferente de mí, diferente del lodo en que nací.>> Sobrecoge sólo pensarlo. 


Notas
(1) FRANKL, Víktor E., El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona, 2003, pág. 139.
(2) Íbidem, pág. 184.
(3) Posteriormente, estuvo en otros 2 campos de concentración hasta su liberación el 17 de abril de 1945.
Fuentes 
- Prólogo de NEMIROVSKI, Iréne, Suite francesa, Ediciones Salamandra, 2005. (Tengo un documento con este  prólogo y el de todas las novelas de la escritora, interesantísimos. Me lo piden y se los mando).
- VARGAS LLOSA, Mario, Bajo el oprobio. El País, Madrid, 22 de agosto de 2011, opinión pág. 21.

sábado, 9 de agosto de 2014

La intelectual y vanguardista George Sand.

Retrato de George Sand, Alfred de
Musset (1833). 
Hace poco me terminé un libro que me habían recomendado: Un invierno en Mallorca de George Sand. No es el tipo de libros que suelo leer, pues no es novela, sino una relación- aunque escrita de forma literaria- sobre el viaje que la escritora francesa realizó a esta isla el invierno de 1838. Iba en busca de un clima saludable para su hijo Maurice, que había padecido algunos ataques reumáticos, por recomendación de un matrimonio amigo, los Marliani (él, escritor francés y ella, española), y el ministro Mendizábal (amistad que me ha llamado la atención y que explica algunas reflexiones que sobre él hace).

Me gusta leer los libros sin un conocimiento exhaustivo previo para sacar así mis propias conclusiones y saborear los descubrimientos que vaya haciendo- como perlas encontradas-, mucho más apasionante que ahogarse en las aburridas y monográficas enciclopedias, a mi entender. Al abordar un tema, lo que más me interesa es encontrar las relaciones que hay entre artistas, las diversas artes o la historia. Entender que todo está relacionado nos hace la realidad deliciosamente sencilla, como es y comprensible. Al fin y al cabo, Dios es el Ser Simplicísimo (1).

Poco sabía de esta escritora, mas que era una mujer muy moderna y que había tenido una relación con Chopin. Su verdadero nombre era Amandine Aurore  Lucile Dupin, baronesa Dudevant (París, 1804- Nohant, 1876). Su carácter fuerte, en contraste con el de aquél, le ayudó a salir adelante. Era una mujer rompedora, de espíritu libre y un fino arte literario. Vestía con pantalones en una época en la que importaban tanto los códigos sociales, a excepción de las reuniones sociales. Por ello, perdió parte de los privilegios como baronesa, aunque como contrapartida, podía acudir a lugares vedados a las mujeres de su clase. Sus relaciones eran apasionadas y liberales. Tuvo muchos amantes, como Jules Sandeau- de quien tomó su seudónimo Sand- Alfred de Musset, etc. Su círculo de amigos lo componían la élite intelectual, nada menos que: Honoré Balzac, F. Liszt, Delacroix, Jules Verne, Heine, Victor Hugo y Flaubert.

Antes de conocer a G. Sand, Chopin había estado a punto de casarse con María Wodzinska, el gran amor de su vida. La boda no fue autorizada por los padres de la novia y dejó en él una amarga huella que transmitiría a través de su piano. De esta relación tengo un libro muy pequeñito que encontré en una librería de viejo muy del gusto decimonónico titulado El gran amor de Chopin, de Regina Flavio (1942). Sólo lo he hojeado y parece interesante, pues salen otros compositores de la época. Cuenta que su amigo Liszt había conocido a G. Sand y le había informado de su aspecto semi-varonil y Chopin no tenía ninguna intención de conocerla. Pero acaba el libro con el relato del día de su primer encuentro, en el verano de 1836:

"Aquella tarde, sentada cerca del piano, contemplaba estática al concertista una mujer de ojos profundamente negros, a quien había llevado a casa de Chopin por primera vez el amigo de ambos, Franz Liszt. Se llamaba Aurore Dupin, y era conocida en el mundo de las letras, de que era astro rutilante, con el seudónimo de George Sand. El destino señalaba una nueva ruta a F. Chopin."

De este encuentro, Chopin escribió en una carta: "Hoy he conocido a una gran celebridad, madame Dudevant, conocida como George Sand. Su apariencia no es agradable. De hecho hay algo en ella que indudablemente me repele. ¡Qué persona más falta de atractivo! ¿Es realmente una mujer? Me inclino a dudarlo...". Ella acababa de divorciarse de su marido Casimir Dudevant. Chopin al poco cayó enfermo de tuberculosis (aunque no lo sabrá hasta mucho más tarde) y ella comenzó a visitarle, surgiendo de ahí una profunda amistad que tornaría en amor. La relación, tildada por algunos de maternofilial, duró nueve años.

Retrato de Chopin y de George Sand, Delacroix, 1838.  

Cuando realizaron el viaje a Mallorca, en 1938, Chopin y Sand ya vivían juntos y se llevaron consigo a los hijos de ella. Pensaron que ese clima también sería favorable para la enfermedad de Chopin, aunque lejos de ello, empeoró por el clima húmedo y las lluvias torrenciales. El viaje a una isla "paradisíaca" fue para esta familia una mala experiencia a causa de esta circunstancia que agravaba una serie de contradicciones que tuvieron en la isla.

Quien no sepa que George Sand es un seudónimo masculino (para poder publicar), le chocará que la escritora haga referencia a sí misma como si de un hombre se tratara. La graciosa pluma de George Sand, aunque con suma elegancia y respeto, fue un tanto mordaz con los mallorquines. El libro es muy variado: presenta desde un análisis de la economía de la isla, sus habitantes, su arquitectura y geografía hasta la narración de excursiones y experiencias tenidas y un relato que me encantó, inspirado en las ruinas del Convento de Santo Domingo. Este relato es interesantísimo y viene como consecuencia de las reflexiones que hace acerca de la Desamortización de Mendizábal, a quien califica de héroe porque sacrificó algo necesario para el progreso de la nación a pesar de no ser entendido, pues no buscaba su provecho. Su visión desde el punto de vista de una intelectual francesa de este hecho histórico me ha abierto los ojos y merece la pena tenerla en cuenta.

Postal de George Sand escuchando a
Chopin
, Adolf Karpellus.
Es curioso que nunca nombre a Chopin, aunque quien conoce la historia siente una gran emoción cuando se hace una vaguísima referencia a él. Por ejemplo, cuenta los problemas que tuvieron para traer el piano Pleyel (de Chopin, claro), pues querían aprovecharse de ellos cobrándoles una barbaridad. O, en otra ocasión, dice de un rudo obrero que trabajó para ellos en la Cartuja de Valldemosa: "Abandonaba su trabajo y venía a colocarse detrás de la silla del ejecutante, con la boca entreabierta y los ojos desorbitados." A pesar de su estado, Chopin compuso la mayoría de sus Preludios, la Polonesa en Do menor, op. 40, o la Mazurca en Mi menor, op. 41 nº 2, entre otras. 



Polonesa C menor op. 40, nº 2, Chopin interpretada por Maurizio Pollini.

En cuanto a los paisajes y el clima, son exaltados por esta escritora romántica. No puedo por menos de hacer mención a la pintura, pues esta isla ha sido codiciada desde inicios del siglo XX (antes era poco accesible) por pintores como Hermen Anglada Camarasa, Joaquín Mir, Santiago Rusiñol y otros que venían atraídos por la insólita belleza del municipio de Pollença. De este pequeño libro deduzco una mente brillante y aguda, muy sensible a la belleza. Como mujer, me he sentido enorgullecida por el valor de George Sand que, en una época donde era difícil ser más que una simple dama, se hizo valer, no con reivindicaciones feministas simplistas, sino con su propio arte.

Camarasa (Pollença).
Camarasa (Pollença).
Torrent de Pareis (Mallorca), Rusiñol.

(1) DE HIPONA, San Agustín, La ciudad de Dios, Imprenta real, Madrid, 1797, Tomo II, capítulo X.
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