domingo, 4 de diciembre de 2022

La pasión poética II: la imposible unión

La noche se cierne ya sobre la habitación. Sobre el escritorio, bajo la luz dorada de una lámpara, hay un cuaderno lleno de anotaciones bajo un mismo título. Junto a él, un borrador está a punto de ser desechado. Ya no hay rastro del conejo blanco. La mano se apoya sobre el cuaderno cerrado que encabeza ahora una pila de libros que hago callar. Se apaga la luz y al poco comienza a sonar una música muy suave en la habitación contigua. El cuerpo se balancea al son de su ritmo y va liberando con el movimiento su desasosiego. Entonces lo recuerdo. Es un poema de Alejandra Pizarnik que viene a iluminar mi noche en blanco:

“Buscar.

No es un verbo sino un vértigo. No indica acción. No quiere decir ir al encuentro de alguien sino yacer porque alguien no viene.”


Abro una nueva página y me dispongo a (re)escribir.



La atracción del vacío

Si hay algún tema -sujet en francés- más difícil de sujetar, más ajeno a la voluntad apropiadora y más inabarcable, ese es el de la poesía. Como una Eurídice hacia quien el poeta se vuelve a pesar de la prohibición de no volver la mirada atrás, ésta se desvanece cada vez que uno cree haberla visto, siendo su rostro del todo desconocido. El poeta, como otro Orfeo, canta entonces -necesita cantar para ser- y con su canto devuelve a Eurídice a su silencio, más hondo ahora, si cabe (1).

Callejón del álamo al atardecer, Vicent Van Gogh, 1884.

Es el vacío el germen de la atracción -la luna que, atraída por la Tierra, provoca las mareas; la distancia entre el escritor y su obra siempre inacabada, que le hace retomarla una y otra vez; el corazón que palpita ante la presencia de esa y no de otra persona; o el silencio entre dos palabras que yacen inertes por la separación- y es el vacío que habita en uno mismo y le abre en dos el verdadero motor de la poesía.


Una pequeña fisura o desgarradura (2) se manifiesta en el poeta, desarmado ante sí en el acto de la escritura; aquella que la actividad incesante y el ruido en vano tratan de acallar, reaparece con más fuerza en la quietud de la noche. La página en blanco se erige entonces como el símbolo de su pasión, palabra poliédrica con la que he titulado esta serie, ya que ilustra la paradójica condición de la poesía y de los que se ven irresistiblemente atraídos por ella.

Fotograma del filme La infancia de Ivan, (1962) de Andrei Tarkovski. Imagen muy evocadora en la que, asomados a un pozo, parece que están mirando al interior de un ser humano.


Pasión poética

Del latín passio (sufrimiento) y del griego pathos (dolor), con el término de pasión poética se haría referencia tanto a la pasividad (3) de la experiencia, a la paciencia de la espera de la palabra poética, como al sufrimiento derivado de una atracción no elegida (4) e imposible de alcanzar, además de la intensidad del goce poético.


Como un amante en espera de su amor, o un místico, de la revelación de su dios, el poeta espera en la noche en una tensión indefinida de lo-que-está-por-venir. Recogido en sí mismo en un silencio en el que el mundo entero retrocede quedando solo en su soledad esencial -como lo denomina Maurice Blanchot-, corre siempre el riesgo de abismarse (5). Este movimiento, esbozado en el post anterior, podría denominarse como el de la pasividad activa.


Es el deseo de fusión lo que le mantiene en vilo, fusión con el objeto de su deseo que no es otro que la nada (6). Ésta se manifiesta aquí como pura potencia, posibilidad de devenir y de establecer nuevas conexiones entre las partes disgregadas de su ser fallado (7). De tal forma que, mediante la apertura del ser a su propio vacío, se da lugar al no-lugar, dejando espacio a lo que todavía no es. Por las fisuras, de pronto, se cuela el aire, la dulzura que nunca llegó y que tal vez ya no se esperaba y que podría alcanzar los resquicios más inhóspitos del ser (8). Y qué transformaciones no producirá esta llegada.


Orpheu’s sorrow, Pascal Dagnan-Douvret, 1876.


El salto

En un momento dado, y sin nada que pueda preverlo -ni para adelantarlo ni para defenderse de él- el “vacío (…) da un vuelco y se convierte en plenitud” (9). El poema adviene como un destello en el que las cosas se revelan como nunca vistas. En él la intimidad se revela extraña a uno mismo y a los demás, adentro que se vierte expulsándole al afuera mismo, donde queda suspendido en el lugar del no-lugar. La finitud se revierte en estallido: es el salto mortal (10), el éxtasis que da la sensación de plenitud (11).


    Visto bastante. La visión se ha encontrado en todos los aires.
    Tenido bastante. Rumores de las ciudades, por la noche y al sol, siempre.
    Conocido bastante. Los altos de la vida. -¡Oh, rumores y visiones!
    ¡Partida hacia el afecto y el ruido nuevos!
” (12)


El murmullo

Una voz otra surge del poema. No es el atropellamiento incesante de palabras del habla ordinaria. A diferencia de ésta, las palabras no comunican: son. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa”, dice Alejandra en un poema. Mediante él nos adentramos en una intimidad muy similar al diálogo entre los amantes, con susurros entrecortados y todo lo que la corporalidad de una voz entregada puede llegar a expresar entre silencios, miradas y dudas a su amor. 


“¿Escribir versos, no era acaso un acto secreto, una voz tratando de contestar a otra voz? (...) ¿Qué cosa más secreta, pensó, más lenta y más parecida a un diálogo de amantes, que la balbuceada respuesta que ella había dado todos esos años al antiguo canturreo de los bosques (…)?”, escribe maravillosamente Virginia Woolf en el final de Orlando (13).


El momento de la revelación viene como una deflagración de las cosas en las que son al tiempo que desaparecen. Es la unión en la separación propia de los místicos y de los amantes (14). Poema y poeta se funden y se desvanecen en el fuego del acto poético.

Tan sólo unas pocas palabras quedarán como prueba de su pasión. Quien se acerque a leerlas quizás llegue a vibrar en el temblor de una intimidad en llamas siempre dispuesta a volver a arder.


Foto de autoría propia.


Notas

(1) En el mito de Orfeo y Eurídice, éste, que amansaba a las fieras con su lira, desciende al Hades para rescatar a Eurídice -con quien se acababa de desposar y murió después por la mordida de una serpiente- bajo la condición de no darse la vuelta hasta no haber salido a la luz, pero él, poco antes de llegar, se da la vuelta devolviéndola al Hades.

(2) “Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura.” Alejandra Pizarnik.

(3) “la inmovilidad inerte de ciertos estados (…), el penar de la pasión, la obediencia servil, la receptividad nocturna que la espera mística supone”  En este libro Blanchot trata extensamente el tema de la pasividad de la escritura, BLANCHOT, Maurice, La escritura del desastre, ed. Trotta,  p. 38.

(4) “(...) la pasión escapa a la posibilidad, al escapar, en el caso de los que están atrapados en ella, a sus propios poderes, a su decisión e incluso a su «deseo», siendo ella en eso la extrañeza misma, al no considerar ni lo que pueden ni lo que quieren.” BLANCHOT, Maurice, La comunidad inconfesable, Madrid, 2016, p. 74.

(6) “Quien por un momento soporta el vacío, o bien obtiene el pan sobrenatural o bien cae.” WEIL, Simone, La gravedad y la gracia, Editorial Trotta. Madrid, 2007, p. 60.

(6) “La atención se halla ligada al deseo.” WEIL, Simone, op.cit., p. 154. “Es mediante la Nada, la mística de la alteridad y el despojamiento de todo en la tiniebla más luminosa de silencio como se alcanza el amor, punto fusional y quimérico del goce divino.” (BUCI-GLUCKSMANN, Christine: La raison baroque, p.167 cit. en GAMONEDA LANZA, Amelia, Marguerite Duras: La textura del deseo,  Ediciones Universidad de Salamanca, 1995, p. 45).

(7) Usaré indistintamente nada o vacío.

(8) Esto constituye un acto de amabilidad consigo como otro que dará pie a la práctica de la hospitalidad con lo otro.

(9) BLANCHOT, Maurice, Le livre à venir, Gallimard, Paris, 1959, p. 175.

(10) “Las semejanzas entre el amor y la experiencia de lo sagrado son algo más que coincidencias. Se trata de actos que brotan de la misma fuente. En distintos niveles de la existencia se da el salto y se pretende llegar a la otra orilla.” PAZ, Octavio, AZ, Octavio, El arco y la lira, Fondo de cultura económica. México, 1979p. 135.

(11) Bataille lo explica así: “Tanto en el erotismo de los corazones como en el erotismo sagrado (...) la perturbación erótica inmediata nos da un sentido que la supera todo; es un sentimiento tal que las sombrías perspectivas vinculadas a la situación del ser discontinuo caen en el olvido.”  BATAILLE, George, El erotismo, Barcelona, Tusquets, 1979, p. 17.

(12) Poema Partida de A. Rimbaud (1854-1891) de Illuminations, 1874 Assez vu. La vision s'est rencontrée à tous les airs./ Assez eu. Rumeurs des villes, le soir, et au soleil, et toujours./Assez connu. Les arrêts de la vie.

-Ô Rumeurs et Visions! Départ dans l'affection et le bruit neufs!

(12) WOOLF, Virginia, Orlando, Edhasa, Barcelona, 1986, p. 238.

(13) “El místico es errante porque es un ser del entre-dos, está en la separación y en la reunión, a la vez y al mismo tiempo. (...) El momento de esta coincidencia imposible es el éxtasis.” GAMONEDA LANZA, Amelia, op. cit., pág. 47. Como el amor verdadero para Blanchot, consistiría “en realizarse únicamente en el modo de la pérdida, es decir, realizarse perdiendo (...) lo que no se ha tenido jamás” BLANCHOT, Maurice, op. cit., p. 73.


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