Una de mis primeras polaroids, 2016.
"Para el hombre, como para el pájaro, el mundo ofrece muchos sitios donde posarse, pero nidos, solamente uno: su hogar." Oliver Wendell Holmes
Qué mejor música para este post que la delicadísima Allemande de la Suite francesa n. 4 de J.S.Bach.
Cargada de nostalgia,
de vulnerabilidad humana que tiende a la espiritualidad desde un hondo amor a la tierra, nuestra tierra: el hogar.
No sé por qué me atraen tanto los pequeños detalles, los objetos inanimados que llenan de vida los rincones de los hogares. Bien por su belleza formal, para deleite de los sentidos; bien por la belleza que le da el uso, su adecuado y silencioso servicio en el entramado de sus vidas. Todos ellos hablan del alma de sus dueños. Testigos de su intimidad, de sus secretos, de risas y llantos, de cada mota de polvo que cae lentamente sobre su superficie, reflejan sin juzgarles, como un espejo, su vida interior, su delicadeza o rudeza.Y, cuando se quedan a solas, como soldados a la espera, su serena armonía se hace más patente, protagonistas por unos instantes de la mirada atenta del voyeur, quien percibe la delicada transición del ser-útil al ser-bello. El tiempo se detiene y él contempla el cuadro; la suave luz del invierno o el fulgor de un atardecer acariciando su costado, produciendo sombras. Las huellas del tiempo sobre esos objetos animados, como las arrugas en la frente de un anciano, los embellecen. Belleza que tiene que ver más con el amor sabio y discreto del que permanece junto al ser amado en las buenas y en las malas. Belleza añeja, pero siempre nueva; la del amor a los pequeños detalles.
(Para ver las fotos en detalle, hacer click sobre ellas)
Amanece en la urbe
Media mañana en el campo
Mediodía. Preparativos de las doce y media
Media tarde. Naturaleza muerta en descomposición
Al caer la tarde
A la luz de la lámpara
Todas las fotografías son propias. Todos los derechos quedan reservados.
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