A pesar de que Ninotchka no es una de las películas más destacadas de la cinematografía de Ernst Lubitsch, siempre ha sido aclamada por la interpretación de una Greta Garbo por primera vez en la comedia y por la elegante crítica encubierta que se hacía contra el estalinismo.
EL CINE EN EEUU, años '30.
La mayoría de las películas de los años treinta evitaban los temas
sociales. La gente quería escapar de la realidad cotidiana y Hollywood la
complació con un torrente de comedias, películas del oeste, dramas
costumbristas, películas de gánster, musicales y dibujos animados de Walt
Disney. Pero tras el crack del ‘29 y la llegada de Roosevelt en el ’32, se
inauguró la etapa del New Deal que estimulaba la autocrítica en el ámbito
político e intelectual. Las películas hollywoodienses empezarían a hacerse eco de esta corriente tratando por vez primera los temas sociales que asolaban al país con ojo
crítico.
La llegada del cine sonoro junto los
totalitarismos de Italia, Alemania y la Unión Soviética, provocaron la llegada
masiva a Hollywood de productores y actores en ésta década. Por un lado, se
necesitaban nuevos actores con las capacidades adecuadas para el cine sonoro
y por otro, la censura de los totalitarismos hizo que muchos artistas del cine
emigraran allí para continuar con su carrera con mayor libertad.
LA COMEDIA AMERICANA
De todos los géneros cinematográficos durante la época dorada de
Hollywood, (1930-1960), la comedia es uno de los más afamados. Todo su encanto
se resume en dos palabras: inteligencia y sofisticación. Inteligencia reflejada
en los guiones chispeantes, en los que se juega con el doble sentido, el
ingenio y la rapidez verbal que no hubiera sido posible sin sus brillantes
actores; y sofisticación, reflejada en la belleza de los decorados y las
historias. Era ese mundo el señuelo del numeroso público que llenó las grandes
salas de cine en los años treinta.
La edad de oro de la
comedia americana será entre 1938 y 1941, cuando se ruedan la mayoría de los
grandes clásicos. Las comedias maritales tienen mucho éxito y se empieza a
recurrir a la figura de la mujer profesional y sofisticada. También tienen lugar aquí las comedias más reivindicativas, como es el caso de nuestra Ninotchka.
Los años sesenta serán el canto del cisne del género, influenciado
por la llegada en masa de la televisión, la práctica desaparición de la
censura, el cambio
de estética, etc. Se exploran géneros híbridos, como Desayuno con
diamantes, 1961, pero se consideraron desfasados. Sin embargo, aunque haya pasado el tiempo, el glamour de éstas
películas y su humor atemporal es lo que hace que nunca pasen de moda.
ERNST LUBITSCH (1892-1947)
Director judío nacido en Berlín, había abandonado su país natal por voluntad propia, a diferencia de artistas de generaciones posteriores y fue en Hollywood donde pudo alcanzar el éxito con un lenguaje sutil que contribuyó a forjar las bases de la era dorada de la comedia americana.
Además de la carrera de director se formó como actor junto
a Max Reinhardt en pequeños cabarets berlineses dejándole una
huella teatral que se reflejó en aspectos teatrales como la temática,
las iluminaciones focalizadas sobre puntos de atención o los contrastes entre
decorados llenos y vacíos o entre la muchedumbre y un individuo. Con estas
técnicas a las que dio su propio toque convirtió la puesta en escena en un
lenguaje preciso que le convierten en el maestro de la sugestión.
Quiso controlar todas las facetas del cine y abarcó unas cuantas. Fue un guionista
astuto birlando siempre la censura, un cineasta directo, que guiña el ojo al
espectador indicando lo que ha encubierto, un productor meticuloso que predica la economía
visual y por último, un creador que
reconstruye un universo entero antes que concentrarse en cada detalle.
El toque Lubitsch
Lubitsch impuso unas leyes narrativas poderosas sin tolerar el
menor narcisismo estilístico y se convirtió en un maestro de la forma
cinematográfica en unos tiempos en los que la historia importaba más que la
presentación. Pero, a pesar de la belleza visual de sus películas, los
decorados siempre estaban al servicio de la narración.
Sus decorados no reconstruían los lugares con exactitud, sino que
pretendían ser un elemento parlante de la psique del personaje -y siempre, del
director- algo que había aprendido del expresionismo. Las líneas compositivas
expresaban diferentes estados: las horizontales, para la agitación de los
personajes; las verticales, para la acción y las curvas, para expresar lo
ridículo.
Dominó el espacio en la escena a través de lo que se llamará
cámara cerradura contraponiendo escenas de espacios amplios con otras donde la
cámara se centra en un solo detalle, como si se tratase de una cerradura.
Contrario a lo que se esperaba de una comedia, el ritmo del montaje
de Lubitsch era lento, creando suspense al estilo de Hitchkock, como también usarán Capra y McCarey. Con ello buscaba alcanzar la realidad
fílmica ideal, no forzada. Y para eliminar los tiempos muertos de la acción introducía ecos sonoros o visuales que enfatizaran ciertos detalles que quería
resaltar.
Lubitsch y la comedia
A pesar de su origen alemán, el cine de Lubitsch está en las
antípodas del cine expresionista de su país. Durante su carrera cinematográfica
desarrolló varios géneros, aunque se caracterizó por la realización de comedias
psicológicas y dramas sentimentales. En ellas, a través de la ironía, los
juegos visuales y elipsis ingeniosas se burló del orden establecido y de la
censura puritana de aquel entonces.
NINOTCHKA
Lubitsch era el realizador más afamado a la hora de dirigir
actrices y esa fue una de las razones por las que la productora Metro Goldwyn
Mayer se fijó en él para cerrar un contrato. Para esta película, Greta Garbo
quería trabajar con Lubitsch y viceversa, por lo que en seguida empezaron. La actriz quería dar un giro a su
carrera y ella misma había ideado un slogan con el que promocionarse a raíz de
la aparición del cine sonoro. Su amiga Salka Vierkel le preguntó al escritor
húngaro Melchior Lengyel si tenía una historia para ese eslogan. Él propuso una
historia en la que se critica el comunismo a través de tresy en la que finalmente se basaría la
película. Lubitsch no puso ningún inconveniente aunque la temática y el
miedo a que el público no aceptara a una Greta Garbo comediante, provocó que el
jefe de la Metro Golwyn Mayer, pusiera muchos reparos inicialmente. Debido a la melancolía y
severidad de los personajes que había interpretado anteriormente la actriz,
Lubitsch tuvo que adaptar su manera de interpretar a su universo sacándole un
gran partido.
En esta película Lubitsch se sirve por primera vez, de su mundo lujoso para hacer una crítica política, en este caso del estalinismo. Lo mismo que
haría tres años más tarde en Ser o no ser, contra el nazismo. Es ahora cuando
sale a la luz una faceta más profunda que se enmascaraba en la temática superficial de sus producciones. La censura que los rusos hacen de una carta de León para Ninotchka es un detalle que muestra la crudeza del comunismo. Sin embargo, la crítica que se hace aquí no es comparable con las habituales hollywoodienses, aunque sí muestra que esos ideales no bastaban para la verdadera felicidad. El tratamiento es más bien simpático, mostrando una panda de comisarios bolcheviques que sucumben, nada más llegar a París, a los encantos de una vida lujosa olvidándose de sus ideologías.
La historia, brevemente, va sobre tres comisarios soviéticos que
han sido enviados a París para vender las joyas de la gran duquesa Swana, pero, extasiados por el contraste de la vida
parisina, comienzan a vivir a lo grande, haciendo caso omiso a sus creencias
ideológicas. Por ello, los rusos envían a la
camarada Nina Yakushova, para poner orden y llamarles la atención. Y allí conoce al conde León, que, interpretado por Melvin Douglas, es el más convencional de la plantilla lubitschiana, sólido e irreprochable, al
estilo de los actores teatrales.
Con un lenguaje poético del que se sirve frecuentemente, nos
presenta una de las fisuras del pensamiento de Ninotchka cuando con tremenda
sencillez y dulzura, el conde le dice: “Ninotchka, ¿por qué arrullan las
palomas?, ¿por qué los caracoles, las más frías criaturas de todas, se enroscan
incansablemente, uno alrededor del otro?, ¿por qué las mariposas nocturnas
vuelan millones de kilómetros para encontrar a sus compañeras?, ¿por qué las
flores abren poco a poco sus pétalos?”
Los contrastes son habituales en
su lenguaje, como la palabra-el gesto, el deseo-la frustración, lo percibido-lo
adivinado y hará del bicromatismo (blanco y negro) todo un arte simbólico. El blanco
simboliza, lejos de la habitual asociación con la pureza, la sensualidad. Las
protagonistas visten de blanco en el momento de mayor pasión amorosa. En
nuestra película, Garbo viste con un vestido blanco en el momento de la velada
con el conde. Su blancura destaca de la sala de baile. Además, en esa escena
aparece el champán, como elemento de seducción por antonomasia. Ninotchka baila
con el conde en estado de embriaguez, lo cual puede verse nuevamente como una
concesión al mundo capitalista mientras otros lo ven como una burla a las
prácticas soviéticas.
Usa claroscuros pero sin exageración expresionista, como fruto de
las enseñanzas de Max Reinhardt. A lo largo de su carrera va a ir matizando su
estilo y abandonará los decorados luminosos sustituyéndolos por
otros más oscuros en interiores. En Ninotchka, la sombra es el signo
de soledad, y la luz, es el de la atracción engañosa del placer. Así, en el
gran hotel de París, dominará lo oscuro, sin nada que recuerde la arquitectura artificiosas de las películas precedentes.
A Lubitsch le gusta contraponer un personaje empequeñecido ante la
inmensidad de los decorados, como muestra de la soledad. Mediante lo diminuto,
transmite la idea del secreto. Aquí es el deseo reprimido de Ninotchka, como el sombrero, que esconde para no delatarse, o la caja fuerte que contiene las joyas. Al abrirla, Ninotchka hace caso a sus deseos, y revela al
espectador su secreto, aunque bajo los efectos del champán. El estallido de risa de Garbo será la liberación de su deseo, haciendo honor al slogan de la película.
Las antecámaras son la antesala de la realización del deseo.
Suelen estar concurridas a diferencia de la privacidad que desean en ese
momento los protagonistas. Estas escenas, despiertan el interés del espectador
por saber qué estará ocurriendo en la sala. Así, la escena en la que los tres
bolcheviques comienzan a pedir en el hotel, todo tipo de manjares, es rodada
unos minutos desde el pasillo, donde se ven un entrar y salir de doncellas. En
otra escena, la protagonista se aleja de la entrada de su suite para retirase a
una habitación inmensa. Allí, en la privacidad, se encuentran dos de sus
secretos: el cofre que encierra las joyas tan codiciadas y la cómoda donde se
oculta su sombrero parisino.
Sus películas son, como vemos, puras metáforas teatrales. Ninotchka nos habla del
papel del enamorado, que tarde o temprano, hasta las personas más severas,
interpretan. La conjunción de efectos es muy armoniosa. La fotografía tiene un
diseño riguroso, con decorados que consolidan el relato y facilitan la
exposición con donde una voluntad de sencillez y precisión.
El final es típico del director: el trío de los bolcheviques que
se reúnen nuevamente con la camarada Ninotchka en Estambul, se dividirá de
nuevo cuando regresen al mundo capitalista. A veces corta la escena final en la
que se presenta una disyuntiva dejando un final abierto. En Ninotchka el dilema
está entre la elección del ideal estalinista o su amado, pero queda
aclarado y ella acepta dejar Rusia por su conde León.
Nota
Este post es la reelaboración de un trabajo que hice junto con María Aranda durante la carrera.
BIBLIOGRAFÍA
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SÁNCHEZ VIDAL, Agustín. “Historia del cine”. Madrid, Historia 16,
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WEINBERG, Herman, El Toque Lubitsch, Barcelona,
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Muy bien y muy documentada. nuevamente me ha gustado la entrada.
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